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jueves, 1 de enero de 2015

SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

«María guardaba todos estos recuerdos y los meditaba en su corazón»  (Lc 2,19)

Madre de Dios "Zarza ardiendo". Rusia, principios siglo XIX

El episodio bíblico en el que Dios se manifiesta a Moisés dio origen a un particular icono de la Madre de Dios  que establece un nexo muy rico y complejo entre el Nuevo Testamento y las profecías del antiguo que anuncian el acontecimiento de la salvación por medio de María.
La Madre de Dios aparece en el centro del icono sobre una estrella de ocho puntas, que indica la presencia de Dios, el Anciano de los Días, y alude a la zarza (los cuatro rayos azules) ardiendo en el fuego de la energía divina (los rayos rojos).
Se acentúa la realeza de la Virgen, reina celestial circundada por los ángeles, por los símbolos de los evangelistas (en los rayos rojos) y por los elementos naturales, que obedecen a su voluntad. De acuerdo con las visiones del Apocalipsis, los grados angélicos están representados con los atributos propios (estrellas, nubes, rayos, antorchas, espadas), como dispensadores de los elementos naturales. En las cuatro esquinas de la tabla se hallan Moisés delante de la zarza (arriba a la izquierda), Ezequiel delante de la puerta cerrada del santuario (abajo a la izquierda), como símbolo de la Virgen que engendrará a Cristo; arriba a la derecha, la aparición del serafín que purifica con un ascua los labios de Isaías y, finalmente, abajo a la derecha, la lucha de Jacob con el ángel. También la representación central de la Madre de Dios tiene un contenido profético: son visibles los símbolos de la escala (que después de la encarnación une cielo y tierra) y de la piedra (la profecía de Daniel) y la representación de Cristo como sumo sacerdote, celebrando la eucaristía en el altar de su propio sepulcro, en Jerusalén.


En Ti se alegra, ¡oh, llena de gracia! toda criatura,
el coro de los ángeles y el género humano.
Templo santificado y paraíso espiritual, gloria de la virginidad.
De Ti tomó carne Dios, y se hizo niño
Aquel que es nuestro Dios desde siempre.
Él hizo de tu seno su trono
y dejó más grande que el cielo tu vientre.

                                                                                               Juan Damasceno


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