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jueves, 25 de diciembre de 2014

FAMILIA


                Cada año, el domingo entre Navidad y año Nuevo, celebramos en la Iglesia la fiesta de la Sagrada Familia. En los últimos años, esta fiesta en España ha estado envuelta en la polémica en torno al color político de la celebración en una plaza pública madrileña. La llegada de un nuevo Arzobispo a Madrid ha significado que, supongo que para evitar cualquier tipo de interpretación política y partidaria, esta celebración va a pasar a la catedral de la Almudena. Enhorabuena al nuevo Arzobispo por esta decisión. Nos permite ir al fondo de la cuestión sin otras connotaciones.
                Lo que la Iglesia quiere celebrar hoy es la familia. Se nos pone como modelo y ejemplo a la familia de Nazaret, conformada por Jesús, María y José. Y se nos ofrecen unos textos bíblicos que tienen gran actualidad. Tanta que me limito a transcribirlos para que  los reflexionemos. No necesitan glosa, aunque se la añadamos en forma de cuestionario.
El que honra a su padre expía sus pecados. El que respeta a su madre acumula tesoros (Ecclo 3, 2-6). ¿Saben los hijos de hoy honrar, respetar, ayudar a sus padres? ¿Qué comporta esto en la vida moderna, sobre todo cuando los padres son ancianos? ¡Cuántos ancianos conozco a quienes los hijos ni siquiera visitan a sus padres en sus residencias de ancianos!
Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro (Col 3, 13-14). ¿De verdad caemos en la cuenta de lo necesario que es perdonarnos cada día en la convivencia cotidiana? ¿No vendrán muchos fracasos matrimoniales precisamente de no valorar suficientemente la necesidad del perdón, de pedir y otorgar perdón rápida y sinceramente?
El niño iba creciendo y robusteciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios lo acompañaba (Lc 2, 40). ¿Buscan los padres de hoy, por encima de cualquier otro objetivo, interés o condicionamiento, este triple crecimiento de sus hijos?
                No corren buenos aires para la familia. En la mayoría de los medios de comunicación, es fácil encontrarnos con la ridiculización de la "familia tradicional" y la exaltación o, al menos, el ver como normal la separación exprés, y a los famosos en sus cambios frecuentes de pareja. Generalmente, en estos casos, los hijos quedan al margen. Salvo en las decisiones judiciales. ¿De verdad alguien cree sensatamente que los hijos no son algo esencial en la relación armónica de una pareja joven? ¡Ya pueden venir leyes contra la violencia de género! Separada la sexualidad del amor y de la fecundidad, puede esperarse cualquier aberración, por mucho que lo lamentemos.
                Felices fiestas de Navidad y año Nuevo.


                                                                                    JOSÉ MARÍA YAGÜE      


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