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jueves, 8 de mayo de 2014

CUARTO DOMINGO DE PASCUA

"El Señor es mi pastor, nada me falta"  (Sal 23,1)



Todas las lecturas de hoy tienen como fondo la presencia de Cristo, buen pastor, enviado por el Padre a reunir la grey. El Evangelio define también al pastor como la «puerta» que introduce en el redil. Él es quien hace entrar en la intimidad y en la comunión de vida con el Padre. Ésta es la orientación de toda la vida de los hombres: volver a casa, al seno del Padre, de donde ha venido Cristo y a donde ha vuelto tras haber realizado su misión de salvarnos.
En consecuencia, el tiempo presente es un tiempo de camino, de retorno, de búsqueda, de nostalgia, y lodo lo que nos sucede tiene un sentido referido a la meta que debemos alcanzar. Pues bien, el designio de Dios se presenta, justamente, como un ir a buscar a los hombres dispersos para llevarlos a la salvación, a la vida. Y Jesús es la puerta por la que es preciso que entremos: la puerta de la salvación, de la vida, de la esperanza. Es todo eso y mucho, mucho más.
Sin embargo, ¡qué difícil resulta tener la humildad de reconocer su voz de verdadero pastor, que nos invita a salir de las estrecheces de nuestro egoísmo para introducirnos en el Reino de la verdadera libertad! Toda nuestra vida se juega en nuestra decisión de escuchar, seguir y entrar en Jesús.


Jesús, pastor y sustento de tus fieles, guía seguro y sendero de vida, tú que conoces a todos por su nombre y nos llamas todos los días uno a uno, haznos capaces de reconocer tu voz, de sentir el calor de tu presencia que nos envuelve, incluso cuando el camino sea estrecho, impracticable, y la noche, profunda e interminable. Siguiéndote sin resistencias y sin miedos, llegaremos a los prados que verdean, a las fuentes frescas de tu morada, donde nos harás beber y reposar.


Nuestro Señor nos ha dicho que es la puerta del redil. ¿Cuál es ahora el redil cuya puerta es Cristo? Es el corazón del Padre. Cristo es precisamente la amable puerta que nos ha abierto de par en par este amable corazón, antes cerrado a todos los hombres. En este redil se han reunido todos los santos. El pastor es el Verbo eterno; la  puerta es la humanidad de Cristo. Por las ovejas de este redil entendemos ahora las almas humanas, aunque también las naturalezas angélicas pertenecen a él. El Verbo eterno ha abierto el camino en este amable redil a todas las criaturas razonables, y es el verdadero y buen pastor del rebaño. Pero el ostiario, el guardián de esta casa, es el Espíritu Santo.
¡Oh, con cuánto amor y con cuánta bondad abre esta puerta, este corazón paterno, y abre a todos siempre el tesoro escondido, la intimidad y la riqueza de esta casa! ¡Nadie puede imaginar ni comprender cuan abierto y bien dispuesto está Dios, cuan acogedor y cuan sediento, y cómo corre a nuestro encuentro en todo instante y a toda hora [...]!
El guardián saca fuera sus propias ovejas, y el pastor las lleva fuera, llamándolas por su nombre, va delante de ellas y ellas le siguen. ¿Adonde? Al redil, al corazón del Padre, donde está su morada, su ser, su reposo. Ahora bien, todos los que quieran incorporarse deben pasar por la puerta que es Cristo en su humanidad. Éstas son sus ovejas, que tienen como meta y sólo buscan a Dios, única y exclusivamente en sí mismo, y ninguna otra cosa que no sea su honor y su voluntad.
                                                                                                                  Juan Taulero.


Lecturas del día:
http://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/?f=2014-05-11

Vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=CZ5aWi-L9MY&list=UUUpxM9aeGr1dAVvlSX9VFdQ


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