Vistas de página en total

Buscar este blog

martes, 25 de febrero de 2014

¿POR QUÉ OS AGOBIAIS? A CADA DÍA LE BASTA SU PROPIO AFÁN

            Además de ser uno de los textos literariamente más bellos y poéticos de los Evangelios, el pasaje que leeremos el próximo domingo nos deja varios mensajes muy claros pero difícilmente asumibles para el hombre contemporáneo.  Se nos dice que no nos agobiemos por la comida y el vestido. Para muchos, los que no tienen ni trabajo, ni pensiones, ni ingresos estables, la cosa no es tan fácil. De aire ni se come ni nadie se viste. Entendemos, como creo que Jesús lo entendería y entiende mucho mejor que nosotros, que los que carecen de techo propio,  de rentas y de medios para comprar en los supermercados, sobre todo si pesan sobre ellos hipotecas impagables,  que anden no sólo preocupados sino también agobiados, molestos, irritables y propensos a salir a la calle a protestar contra la codicia y la corrupción que a ellos les ha llevado a esa situación.

            Pero Jesús habla de otra cosa. Del afán y la codicia de quienes “banquetean espléndidamente y visten con lujo, de lino y púrpura” Lc 16, 19). Esto a la vez que grandes mayorías empobrecen a marchas forzadas, son arrojadas a la trasera de la sociedad o buscan el modo de entrar, con grave riesgo de su propia vida, en las sociedades opulentas desde los Continentes del hambre y la miseria.  La respuesta de los opulentos (=epulones) es la pura demagogia verbal, porque no están dispuestos a perder ni el más mínimo de sus privilegios. Y menos aún un céntimo de sus cuantiosos sueldos, cuando no de sus negocios fraudulentos o defraudadores. Ahí estamos muchos. No sólo políticos y jueces. Lo peculiar del Evangelio, de la Buena Noticia de Jesús, es que no nos invita tanto a mirar con envidia o rencor a los de enfrente, sino a entrar dentro de nosotros mismos para ver dónde ponemos nuestra seguridad y confianza.

            Ahí precisamente radica la clave de esa maravillosa página que comentamos. Si confiamos en el dinero y los bienes “propios” serviremos al dinero. En una escalada que nunca encuentra plena satisfacción. Viviremos para tener, acaparar, aparentar... Aparentar, eso es lo que significan las frecuentes alusiones evangélicas al modo de vestir. La sencillez y naturalidad de quien se interesa por la autenticidad del ser más que por la farsa del “parecer” no excluye la “elegancia”, que se manifiesta más en el porte que en lo que se porta. Pero sí excluye el insulto de pasarelas y alfombras rojas con miles de euros tirados en una noche, no lejos de los andrajosos, o millones despilfarrados en viajes “exclusivos” para comer en un restaurante de renombre.

            ¿Cuántos de los que nos llamamos cristianos confiamos realmente en que Dios vela por nosotros, nos protege, nos cuida, nos acaricia y nunca nos puede olvidar porque somos sus hijos? ¿Cuántos buscamos con verdad el Reino de Dios, el de la justicia, la verdad y la paz, intentando incorporar a los excluidos, como hacía Jesús con los leprosos, las mujeres doblemente marginadas, los ciegos sentados al borde del camino...? ¿O también nosotros cultivamos la “mundanidad”, de la que habla Francisco Papa, olvidándonos de Dios y pasando indiferentes ante la miseria humana? Sobra derroche, afán y estrés. Falta confianza,  solidaridad y paz interior. ¿No os parece? 

         
                                                                                     JOSÉ MARÍA YAGÜE

No hay comentarios:

Publicar un comentario