“El Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor
hay libertad” (2 Cor 3,17).
Sofía, la Sabiduría divina construyó su casa.
Novgorod. Siglo XVI |
Respecto a la totalidad que nos manifiesta la sabiduría, las
formas provisionales necesariamente se encuentran ligadas al principio de la
coacción, de la constricción, y la constricción no es la ley del corazón. Esta
condición de la existencia es una condición dura y hay que vivirla con la
esperanza de que un día pasará este mundo, anclado en el pecado. Tenemos que
preparar aquel mundo y, dentro de lo posible, anticiparlo ahora entre nosotros,
sabiendo que se trata de una breve lluvia benéfica, de un fugaz rayo solar, ya
que la verdadera estación está por llegar. Debemos, de alguna manera, insertar
la levadura del futuro dentro del presente. Esta es nuestra tarea, en lo
pequeño y en lo grande. Estas son las nuevas formas propuestas, clara y
límpidamente, con la maravillosa y misteriosa música de las palabras
evangélicas: «Habéis oído que se dijo, pero yo os digo». Nos
encontramos en esta oscilación y es muy importante vivirla conscientemente, sin
bandazos, sin fanatismos místicos que destruyen la antinomia de este mundo
provisional, y sin mundanalidad -enorme en numerosos cristianos-, sino
integrando las dos dimensiones y convirtiendo las palabras de la sabiduría en
principio normativo de la sociedad, en regla de vida social. Ninguna sociedad
responderá jamás, hasta que salgamos de este mundo transitorio, a las esperas y
esperanzas que brotan de lo profundo. La respuesta que nos viene del Espíritu
es una respuesta que brilla en el futuro, y sólo llega a nuestros días el
reflejo de la luz (E. Balducci, Gli ultimi tempi, Roma 1998, 115).
«Pondré mi Ley en su interior, la escribiré en su corazón» (Jr
31,33). Si escudriñamos qué esconde la profundidad de nuestro corazón, si nos
empleamos a fondo para descifrar lo escrito por una mano sabia y discreta,
descubrimos que «lo que el ojo no vio», a veces misterioso hasta para
nosotros, Dios lo ha preparado, lo ha diseñado, como un proyecto viable para
nuestra vida; un proyecto que nos invita a vivir la única ley que nos hace
libres, la del amor. Guiados por el Espíritu vivimos en el mundo anunciando una
«Buena Noticia» que nos anima a vivir como cristianos adultos, a superar esas
faltas de madurez que podrían llevarnos a una fe construida sobre una
obediencia estéril y formal: «Cuando yo era niño, hablaba como niño,
razonaba como niño; al hacerme hombre, he dejado las cosas de niño» (1 Cor
13,11). Para entrar en el Reino de los Cielos, Jesús pide una justicia superior
a la observancia mecánica y desencarnada; solicita una adhesión capaz de
interiorizar la norma y manifestar las verdaderas intenciones del corazón.
Esta nueva justicia transforma las dimensiones más profundas
y personales de la relación con Dios en la cualidad de las relaciones que el
discípulo establece con los hermanos. Dios «conoce las acciones de los
hombres» y sabe que en una ofensa también se puede ocultar la voluntad de
destruir al otro, que en una mirada, a veces, está latente el deseo de poseer,
incluso con prepotencia, lo que no nos pertenece. Dios, que lo «ve todo», no
acepta que el hombre reemplace con prácticas cultuales la exigencia de
construir caminos de reconciliación, porque la misericordia vale más que los
sacrificios.
Vivir según este estilo de vida nuevo, que Jesús ha
inaugurado y que el Espíritu mantiene vivo, significa comprender la voluntad de
Dios inmersos en la lógica del mundo, una lógica que parece sobrepasar la
sabiduría oculta en nuestro interior. Entre el «sí» al camino evangélico y el
«no» pronunciado a los «dominadores de este mundo», entre la vida y
la muerte, pidamos que nuestra elección sea sin titubeos, inclinada al
compromiso y no confusa o tibia.
Vídeo de la semana:
http://www.youtube.com/watch?v=551cmXQWZAY
Lecturas del día:
http://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/?f=2014-02-16
No hay comentarios:
Publicar un comentario