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jueves, 13 de febrero de 2014

DOMINGO 6 DEL TIEMPO ORDINARIO

“El Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor hay libertad”  (2 Cor 3,17).

Sofía, la Sabiduría divina construyó su casa.
Novgorod. Siglo XVI
Hacia mediados del siglo XVI en Rusia, los iconos se llenan de símbolos y de motivos alegóricos. Este ilustra el texto de los Proverbios X, 1-6: mientras que la personificación de la Sabiduría aparece en el medallón de la izquierda, el registro inferior representa a los criados que deguellan el ternero, preparan el vino y ponen la mesa - alusión evidente a la Eucaristía. Desde la cumbre de la torre, el rey Salomón se dirige a su pueblo, mientras que la Virgen al Niño, receptáculo de la Sabiduría, aparece en el medallón de la derecha. El sentido de la composición no es expresado por el ritmo o por la expresión, sino por los símbolos alegóricos: pues el icono pasa del mundo de la contemplación hacia el de la ilustración que requiere un esfuerzo mental del que quiere descifrar la complejidad de sus metáforas.


Respecto a la totalidad que nos manifiesta la sabiduría, las formas provisionales necesariamente se encuentran ligadas al principio de la coacción, de la constricción, y la constricción no es la ley del corazón. Esta condición de la existencia es una condición dura y hay que vivirla con la esperanza de que un día pasará este mundo, anclado en el pecado. Tenemos que preparar aquel mundo y, dentro de lo posible, anticiparlo ahora entre nosotros, sabiendo que se trata de una breve lluvia benéfica, de un fugaz rayo solar, ya que la verdadera estación está por llegar. Debemos, de alguna manera, insertar la levadura del futuro dentro del presente. Esta es nuestra tarea, en lo pequeño y en lo grande. Estas son las nuevas formas propuestas, clara y límpidamente, con la maravillosa y misteriosa música de las palabras evangélicas: «Habéis oído que se dijo, pero yo os digo». Nos encontramos en esta oscilación y es muy importante vivirla conscientemente, sin bandazos, sin fanatismos místicos que destruyen la antinomia de este mundo provisional, y sin mundanalidad -enorme en numerosos cristianos-, sino integrando las dos dimensiones y convirtiendo las palabras de la sabiduría en principio normativo de la sociedad, en regla de vida social. Ninguna sociedad responderá jamás, hasta que salgamos de este mundo transitorio, a las esperas y esperanzas que brotan de lo profundo. La respuesta que nos viene del Espíritu es una respuesta que brilla en el futuro, y sólo llega a nuestros días el reflejo de la luz (E. Balducci, Gli ultimi tempi, Roma 1998, 115).


«Pondré mi Ley en su interior, la escribiré en su corazón» (Jr 31,33). Si escudriñamos qué esconde la profundidad de nuestro corazón, si nos empleamos a fondo para descifrar lo escrito por una mano sabia y discreta, descubrimos que «lo que el ojo no vio», a veces misterioso hasta para nosotros, Dios lo ha preparado, lo ha diseñado, como un proyecto viable para nuestra vida; un proyecto que nos invita a vivir la única ley que nos hace libres, la del amor. Guiados por el Espíritu vivimos en el mundo anunciando una «Buena Noticia» que nos anima a vivir como cristianos adultos, a superar esas faltas de madurez que podrían llevarnos a una fe construida sobre una obediencia estéril y formal: «Cuando yo era niño, hablaba como niño, razonaba como niño; al hacerme hombre, he dejado las cosas de niño» (1 Cor 13,11). Para entrar en el Reino de los Cielos, Jesús pide una justicia superior a la observancia mecánica y desencarnada; solicita una adhesión capaz de interiorizar la norma y manifestar las verdaderas intenciones del corazón.
Esta nueva justicia transforma las dimensiones más profundas y personales de la relación con Dios en la cualidad de las relaciones que el discípulo establece con los hermanos. Dios «conoce las acciones de los hombres» y sabe que en una ofensa también se puede ocultar la voluntad de destruir al otro, que en una mirada, a veces, está latente el deseo de poseer, incluso con prepotencia, lo que no nos pertenece. Dios, que lo «ve todo», no acepta que el hombre reemplace con prácticas cultuales la exigencia de construir caminos de reconciliación, porque la misericordia vale más que los sacrificios.
Vivir según este estilo de vida nuevo, que Jesús ha inaugurado y que el Espíritu mantiene vivo, significa comprender la voluntad de Dios inmersos en la lógica del mundo, una lógica que parece sobrepasar la sabiduría oculta en nuestro interior. Entre el «sí» al camino evangélico y el «no» pronunciado a los «dominadores de este mundo», entre la vida y la muerte, pidamos que nuestra elección sea sin titubeos, inclinada al compromiso y no confusa o tibia.



Vídeo de la semana:
http://www.youtube.com/watch?v=551cmXQWZAY

Lecturas del día:
http://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/?f=2014-02-16



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