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miércoles, 18 de diciembre de 2013

ENCERRADOS EN MUNDOS FICTICIOS

          Vísperas de Navidad. Cada uno con sus belenes. Todo el mundo con sus preparativos. Compras, regalos, lotería... A otros les da por hacerse mesías ellos mismos y forjadores de nuevos pueblos y nos traen a todos al retortero. Otros se encierran en sus propias ideas que esgrimen contra todos los demás. La vaciedad interior y la carencia de proyectos vitales son el mejor caldo de cultivo del fanatismo y la demagogia. A algunos les encanta este papel. Y de golpe, ¡zas! En Alcalá de Gaudaira, fallecen un matrimonio y una hija de 14 años porque, acuciados por la necesidad, ingieren jamón o pescado, o vaya usted a saber qué, en malas condiciones. Llaman a los servicios médicos y no parece que éstos hayan acertado en la emergencia. No son hospitalizados, quedan en casa y, cuando se produce una segunda llamada, ya es tarde para salvar esas vidas.  Increíble. ¿Cómo puede ocurrir todo esto en esta España del bienestar? La pérdida de estas vidas es grave, gravísima. Las circunstancias han permitido que todo salga inmediatamente a la luz como un fogonazo de cañón. Pero hay muchos españoles que ruedan y ruedan lanzados al tobogán de la deshumanización: pérdida de trabajo, unos meses de subsidio de desempleo, venta de chatarra o cartones, búsqueda de alimentos descartados por otros en contenedores, exclusión y marginación. No son dos ni cuatro. Son legión.

            Mientras tanto, los españolitos a quienes nos va bien, a consumir, a celebrar las navidades como si nada ocurriera a nuestro alrededor, a pretender enriquecernos con la lotería... Profesionales, sobre todo los autodenominados progresistas, a hacer huelgas y manifestaciones. Sindicatos y políticos a vivir del chollo y a pelearse unos con otros por cuatro ideítas de las que ninguna vale un comino, porque no arreglan nada y no dan de comer a los pobres. Algunos acuden a la amenaza del “estallido social” que ellos mismos jalean. Pero de cambiar el corazón, nada de nada.

            Tampoco nos agrada mirar fuera de nuestras fronteras. Lo que pasa en Siria, en la República Centroafricana, en Mali, en Filipinas... nos queda muy lejos. Felizmente no todos entran en este saco de la insolidaridad repugnante y del ciego y torpe egoísmo. Pero hay todavía demasiados que no quieren enterarse: hemos de defendernos de los africanos que vienen a quitarnos el pan, la asistencia médica o lo que sea. Si hay que levantar vallas con cuchillas asesinas, se levantan y no pasa nada. Así nos va. La insustancialidad se ha adueñado de nuestra sociedad. La hartura de unos y el hambre de otros produce hastío, vacío existencial, tristeza infinita...

            ¿No habrá llegado el momento de vivir y celebrar la Navidad de otra manera? “La alegría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Los que se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento” (Comienzo de la Exhortación La alegría del Evangelio del papa Francisco). Si buscásemos un tantico este encuentro con Jesús y su Evangelio...


                                                                                    JOSÉ MARÍA YAGÜE

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