“Queridos hermanos y hermanas, buen día.
Hoy quiero hacerme intérprete del grito que sube desde cada
parte de la tierra, desde cada pueblo, del corazón de cada uno, de la única
gran familia que es la humanidad, con angustia creciente: es el grito de la
paz.
Es el grito que dice con fuerza: queremos un mundo de paz.
Queremos ser hombres y mujeres de paz. Queremos que en esta sociedad nuestra,
destrozada por divisiones y conflictos estalle la paz.
¡Nunca más la guerra, nunca más la guerra! La paz es un don
demasiado precisos que tiene que ser promovido y protegido.
Vivo con particular sufrimiento y preocupación las diversas
situaciones de conflicto que hay en nuestro mundo, pero en estos días mi
corazón está profundamente herido por lo que está sucediendo en Siria y
angustiado por las dramáticas perspectivas que se prospectan.
Dirijo un fuerte apelo por la paz, un apelo que nace del
interior de nosotros mismos. ¡Cuánto sufrimiento, cuánta devastación, cuánto
dolor llevó y lleva el uso de las armas en este martirizado país. Especialmente
entre la población civil e inerme. Pensemos a los niños no podrán ver la luz
del futuro.
Con particular firmeza condeno el uso de las armas químicas.
Les digo que conservo aún fijas en la mente y en el corazón las terribles
imágenes que vi en los días pasado. ¡Hay un juicio de Dios y también un juicio
de la historia sobre nuestras acciones del que no se puede huir!
El uso de la violencia nunca trae la paz. La guerra engendra
guerra, la violencia engendra violencia. Con toda mi fuerza pido a las partes
en conflicto que escuchen la voz de la propia conciencia, de no cerrarse en los
intereses propios, pero que miren al otro como a un hermano y que tomen
posición con decisión el camino del encuentro y del negociado, superando la
ciega contraposición.
Con la misma fuerza exhorto también a la comunidad
internacional de manera que haga un esfuerzo para promover, sin ulterior
indulgencia, iniciativas claras por la paz en ese país, basadas en el diálogo y
la negociación, en el bien de la población siria. No sea ahorrado ningún esfuerzo
para garantizar asistencia humanitaria a quien fue golpeado por este terrible
conflicto. En particular a los desplazados en el país y a los numerosos
prófugos en los países vecinos. A los operadores humanitarios empeñados en
aliviar el sufrimiento de la población, le sea asegurada la posibilidad de dar
la ayuda necesaria.
¿Qué podemos hacer nosotros por la paz en el mundo? Como
decía el papa Juan, a todos nos corresponde la tarea de recomponer la relación
de convivencia en la justicia y el amor. Una cadena de empeño por la paz una a
todos los hombre y mujeres de buena voluntad.
Y hago una fuerte e insistente invitación a toda la Iglesia
católica y también la extiendo a los cristianos de otras confesiones, a los
hombres y mujeres de cada religión, y también a los hermanos y hermanas que no
creen. La paz es un bien que supera cualquier las barrera porque es un bien de
toda la humanidad.
Repito en alta voz: No es la cultura del enfrentamiento, la
cultura del conflicto, la que construye la convivencia de los pueblos y entre
los pueblos; sino aquella: la cultura del encuentro, la cultura del diálogo,
esta es el único camino hacia la paz. El grito de paz se eleve alto para que
llegue al corazón de todos, y todos depongan las armas y se dejen guiar del
anhelo de paz.
Por esto, hermanos y hermanas, he decidido de convocar para
toda la Iglesia, el 7 de septiembre próximo -vigilia de la Natividad de María
Reina de la Paz- una jornada de ayuno y oración por la paz en Siria, en el
Medio Oriente y en todo el mundo.
Y también invito a unirse a esta iniciativa, de la manera
que consideren más oportuna a los hermanos cristianos no católicos, a los que
pertenecen a otras religiones y a los hombres de buena voluntad.
El 7 de septiembre en la plaza de San Pedro, aquí desde las
19 a las 24 horas, nos reuniremos en oración y en espíritu de penitencia para
invocar de Dios este gran don en favor de la amada nación siria y por todas las
situaciones de conflictos y violencias en el mundo.
La humanidad necesita ver gestos de paz y oír palabras de
esperanza y de paz. Pido a todas las Iglesias particulares que además de vivir
este día de ayuno, organicen algún acto litúrgico según esta intención.
A María le pedimos que nos ayude a responder a la violencia,
al conflicto y a la guerra, con la fuerza del diálogo, la reconciliación y del
amor. Ella es madre. Que ella nos ayude a encontrar la paz. Todos nosotros
somos sus hijos. ¡Ayúdanos María a superar este difícil momento y a empeñarnos
cada día, en cada ambiente, en una auténtica cultura del encuentro y de la paz.
María reina de la paz, ruega por nosotros. Todos: María
reina de la paz ruega por nosotros".
(Oración del Angelus).
Francisco
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