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miércoles, 18 de septiembre de 2013

EL PATIO DE MONIPODIO

            ¿Es nuestra España de hoy un gigantesco patio de Monipodio, aquel patio sevillano de Rinconete y Cortadillo en el que se tramaban todas las fechorías y latrocinios, golferías y abominaciones de nuestra picaresca del s. XVI, según Cervantes?
            De Andalucía a Cataluña, de Valencia a Galicia, casi siempre pasando por Madrid, hemos ido conociendo en los últimos 20 años las mIllonarias pillerías de Unión y Convergencia, del PSOE (Filesa), del PP… y, en general, de casi todos los políticos. Con la necesaria cooperación de empresarios y banqueros. Unos pocos han sido condenados y otros declarados “inocentes”. Algunos de ellos siguen “moralizando” a la sociedad española desde las cadenas de TV, cobrando, por supuesto, buenas dietas.
            La trama o red de corrupción que diseña el administrador desleal del evangelio del próximo domingo es un juego de chiquillos, como los de la novela de Cervantes, al lado de la extensa red de forajidos de guante blanco que pulula por el Reino de la España actual.
            Alguna vez pensé que la diferencia entre la corrupción española y la peruana era que mientras la primera era esporádica, la segunda forma parte del sistema. Ahora ya no pienso así. Es NUESTRO mismo sistema político el que alberga la corrupción para subsistir, sobre todo si pensamos en la financiación de los partidos políticos. Aunque después sabemos que los fondos de la tal financiación vayan a parar a las cuentas de los listos de turno y de sus deudos.
            Pero no es hoy mi pretensión la denuncia y el lamento. Aunque haya que realizar  esas denuncias y por más que todos deseemos la rápida y honesta intervención de los jueces.
            A lo que el evangelio del domingo nos invita a todos es a preguntarnos: ¿contribuimos nosotros de alguna manera a tamaña corrupción? Quizá ni lo hemos pensado y hasta nos parece insultante la pregunta. No importa. Detengámonos en ella. Quizá son pequeñas, pequeñísimas cosas. ¿Una ligera defraudación a Hacienda? ¿Un seguro impagado de un empleado o empleada por horas? ¿Un derroche de dinero que podría haber sido empleado más solidariamente? ¿Acciones en empresas que se dedican a negocios turbios e inmorales o se enriquecen explotando a trabajadores en países del tercer mundo? Etc., etc. Por el derroche de los bienes de su amo empezó el administrador desleal del evangelio. Y de derroches sabemos mucho nosotros, a lo largo y ancho del territorio nacional.
            Lo urgente, por tanto, aunque no lo único necesario es que nos preguntemos: ¿soy yo tan honrado como me creo o parezco? Aunque sea en pequeñísimas cosas. El Evangelio nos lo dice: “el que no es fiel en lo poco tampoco lo es en lo mucho”. Las dosis de iniquidad muchas veces no dependen de la voluntad personal sino de las ocasiones y oportunidades que se nos presentan.
            Los honrados den gracias a Dios y perdonen la impertinencia. En todo caso, mi cordial y entrañable saludo desde la cálida selva peruana.


                                                                     JOSÉ MARÍA YAGÜE CUADRADO


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