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martes, 3 de septiembre de 2013

ACOMPAÑAR, IMITAR, SEGUIR.

             Mucha gente acompañaba a Jesús, según nos cuenta el Evangelio. Se nos dice que, incluso lo apretujaban. No es suficiente. Porque ese acompañar puede ser por pura curiosidad, por la vanidad (vacuidad) de "salir en la foto", por presumir de relacionarse con alguien importante. O bien, porque como dice el mismo Jesús, "porque os he dado de comer". Es decir, que no vale ningún acompañamiento que pretenda de algún modo el beneficio personal. Sin embargo, si existe un muy valioso acompañamiento, el que nos lleva hasta la Cruz.

            Durante siglos, la espiritualidad cristiana nos habló de la "imitación de Cristo". No es poco. Pero corre el riesgo de convertirse en una imitación formal, externa, sin cambiar por el corazón, sin cambio de sentimientos y de actitudes. Pueden realizarse a tos religiosos, sacrificios múltiples, mientras tanto, "vuestro corazón está lejos de mí".

            A lo que invita Jesús es al seguimiento. El que nace, en primer lugar, de una seducción. Por eso es incondicional. Aunque no significa automáticamente la perfección. A Jesús le han seguido a lo largo de los siglos multitud de personas llenas de imperfecciones, empezando por san Pedro. Pero en algún momento de su vida han comenzado a tener los mismos sentimientos de Jesús (compasión), a situarse en la vida con sus mismas actitudes (servicio y disponibilidad), y pensando definitivamente no en su propio yo sino en los demás: Jesús es el hombre para los demás.

            Por todo esto, el seguimiento comporta posponer los propios intereses, el beneficio personal, la apropiación del tiempo que se nos concede, etc. Y, por supuesto, cargar con la cruz.

            Nos quejamos mucho y soportamos poco. La socializacion actual no invita mucho al sacrificio personal, a la renuncia, a la resistencia al mal y al esfuerzo denodado y constante para alcanzar el bien.

            Desde la selva peruana donde escribo se ven las cosas de otro modo. las condiciones de vida son muy distintas a las europeas. Empezando por la ducha con agua fría por la mañana, porque no la hay caliente. Si bien es cierto que hace calor y nunca hiela. Se puede comer sano, menos y bien. Existen ventanas, pero sin cristales. Contra el calor tampoco conocemos el aire acondicionado. Y se vive muy bien si el espíritu está dispuesto a ello.

            Desde estas latitudes, el cordial deseo para todos de un buen mes de septiembre para comenzar con excelente ánimo las actividades escolares los que en eso os ocupáis.


                                                                      JOSÉ MARÍA YAGÜE


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