Las calles españolas se adornan estos días para el Corpus.
La estampa parece extraña en una sociedad cada vez más laica. Hay quienes, desde
la indiferencia religiosa, ven pasar la custodia eucarística como auténticos voyeurs.
Por las costuras de esta sociedad que busca lo ecléctico en
el escenario público, asoma la trascendencia. Cada vez son más pequeños los
recorridos y se va arrinconando la manifestación pública en favor de la
fiesta cívica.
Un maratón popular, la fiesta del Orgullo Gay, la entrada de
la selección española por la
Gran Vía madrileña, la victorias futbolísticas en Cibeles o
Neptuno, ocupan calles con frecuencia.
Este domingo, los cristianos salen a la calle cantando y
rezando. No sé si muchos sabrán ver que, tras lo que pueda parecer un
boato fuera del tiempo, se ocultan muchas manos samaritanas que acogen y
recogen cada día a los más pobres en esas procesiones que, en el silencio, se
celebran junto a la soledad, la enfermedad y la miseria.
Son otras procesiones del Corpus que recorren con unción las
grandes avenidas del sufrimiento, alejadas del turismo. Una cosa no quita lo
otro, aunque no debiera ocultarlo.
De Vida Nueva
No hay comentarios:
Publicar un comentario