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martes, 8 de julio de 2014

SALIÓ EL SEMBRADOR A SEMBRAR


            De las Parábolas de San Mateo, la más conocida y comentada seguramente es la del sembrador que leemos el próximo domingo. El caso es que no necesita muchos comentarios porque cualquier oyente de Jesús la entendía a la primera y fácilmente. Sobre todo la entendieron sus discípulos a quienes se la explicó después en privado.

            La semilla es la Palabra de Dios. En hebreo, Dabar.  No es un término cualquiera. Es la palabra creadora. Dijo Dios, y se hizo. El mundo es una creación continuada. Permanece, subsiste porque está asentado sobre la firme y amorosa voluntad creadora de Dios. Éste es el primer artículo de la fe cristiana: Creo en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra. En él “vivimos, nos movemos y existimos”.

            Sobre la Palabra Creadora adviene al ser humano la Palabra reveladora. Cristo es esa Palabra, el Verbo que estaba junto al Padre desde la eternidad y que se hace uno de nosotros para que podamos llegar a conocer a Dios y su voluntad salvadora. Ocurre, sin embargo, que frecuentemente el hombre se hace sordo a esa Palabra de Dios. Sordera que se produce en distintos planos y con diversos niveles. La explicación de la parábola nos habla de tres tipos de sordera hacia la Palabra de Dios:

-  El de los sordos-sordos. Los que no oyen nada ni quieren oír. Son la tierra endurecida, como la de un camino. La modernidad ha hecho mucho más impenetrables esos caminos para la Palabra. El asfalto permite correr más, obtener metas efímeras y muy fugaces, que pasan muy velozmente, pero también conlleva el vivir más ajenos a la trascendencia del ser humano y a su última vocación, inalcanzable incluso para los cohetes espaciales.

-  Otro tipo es el de los que Jesús mismo tacha de inconstantes. Escuchan un día, formulan buenos deseos y hasta propósitos. Pero carecen de profundidad. Van de acá para allá a merced de los vientos que soplan. Ellos deberían rezar con un precioso himno de la Liturgia de las horas: “Dame, Señor, la firme voluntad/ compañera y sostén de la virtud/ la que en el golfo sabe hallar quietud/ y en medio de las sombras claridad”.

-  El tercer tipo de sordera es el de los que escuchan demasiadas solicitaciones. Finalmente se quedan con los seductores cantos de sirenas en la travesía del Océano. No hay otro remedio. Quien lo quiere todo, es muy fácil que al final se quede sin nada. Aquí el remedio es el propuesto por el radical Juan de la Cruz: “si quieres venir a tenerlo todo, no quieras tener nada en nada”.

            En la otra ladera, el “oyente de la Palabra”, la buena tierra de la parábola, el que produce fruto abundante es el que, con sus limitaciones, fija como prioridad de su vida “escuchar la Palabra de Dios y cumplirla”. A ellos Jesús los llama dichosos.

                                                                     JOSÉ MARÍA YAGÜE CUADRADO


  


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