"El Señor es paciente y misericordioso" (Sal 144, 8)
La liturgia actual nos invita a abandonar los esquemas
habituales de pensamiento para asumir los pensamientos de Dios, que sobrepasan
a los nuestros, como el cielo dista de la tierra (cf Is 55,8ss). Cuántas veces,
viendo que el mal quedaba impune, nos hemos preguntado: donde esta la justicia
de Dios. Cuantas veces, al surgimos absurdas dificultades, hemos exclamado: "¡hasta cuándo...!".
La Palabra, hoy nos muestra la paciencia de Dios y nos ayuda
a comprender mejor la realidad de su Reino. Para nosotros, es fuerte quien
supera cualquier dificultad, tiene éxito y esta seguro. Para Dios, la fuerza
esta en el amor, hasta el punto de que el Omnipotente es, por decirlo así, el “Omni-paciente”.
Espera, otra vez, de nuevo y siempre, a que cada uno de sus hijos se
arrepienta: la puerta de la casa paterna siempre esta entreabierta para todos
hasta el día definitivo. Y aun mas, no se limita a esperan sino que sale al
encuentro, haciéndose débil con los débiles, para conducir a la humanidad hacia
la redención plena, la nueva creación, la realización del Reino.
A través de la cruz de Cristo y de los gemidos del Espíritu,
que habita en nosotros, el Padre acompaña, sostiene y sustenta el peregrinar
del hombre a lo largo de la historia. El enemigo nos obstaculizara, pero no
podrá frustrar el plan de Dios. De nosotros depende apresurar el paso. ¿Cómo?
Haciendo nuestro, en las situaciones concretas, el modo de actuar divino;
evitando los inexorables juicios condenatorios, apagando el ferviente deseo de
erradicar el mal con la fuerza.
Aprendamos a cosechar en las realidades más humildes e
insignificantes las grandes ocasiones de caridad que se nos presentan. Entonces,
el tiempo de los hombres fermentara con la levadura del amor de Dios; entonces,
el Reino de los Cielos crecerá desmesuradamente en nuestra historia; entonces,
el gemido del Espíritu se convertirá en canto de alabanza impetuosa de toda la
creación.
Señor, tu eres bueno y siembras a la luz del día en el campo
de la Iglesia, en cada uno de nosotros, amor, paz y alegría. Y después, viene
el enemigo durante la noche y esparce la cizaña: pensamientos, deseos,
sentimientos hostiles y traiciones ocultas que envuelven en tinieblas nuestro
corazón.
Danos el Espíritu de vigilancia y que no nos asalte el
malvado; haznos fuertes en la tentación y humildes en la reprensión de nuestras
caídas. Haz que no pretendamos de los otros una perfección que ni nosotros
mismos tenemos; danos ojos que sepan ver, además de la cizaña, la buena
semilla; concédenos un corazón que sepa amar como el tuyo, con humildad y
paciencia, incansable,
El campo, que es el mundo, es la Iglesia extendida por el
mundo. Quien es trigo, persevere hasta la siega; los que son cizaña, háganse
trigo. Porque entre los hombres y las espigas de verdad o la cizaña real hay
esta diferencia: cuando nos referimos ala agricultura, la espiga es espiga y la
cizaña es cizaña. Pero en el campo del Señor esto es, la Iglesia, a veces, lo
que era trigo se hace cizaña y lo que era cizaña se convierte en trigo, y nadie
sabe lo que será mañana. Por eso los obreros, indignados con el padre de
familia, querían ir a arrancar la cizaña, pero no se lo consintió; quisieron
arrancar la cizaña y no se les permitió separar esa cizaña. Hicieron aquello
para lo que servían y dejaron la separación a los ángeles. No querían reservar
a los ángeles la separación de la cizaña; mas el padre de familia, que conocía
a todos y sabía que era menester dejar para más tarde la separación, les mandó
tolerarla, no separarla. Ellos preguntaron: ¿Quieres que vayamos y la
recojamos? El respondió: No, no sea que, al querer arrancar la cizaña,
arranquéis también el trigo. ¿Entonces, Señor, la cizaña estará también con
nosotros en el granero? Al tiempo de la siega diré a los segadores: Recoged la
cizaña y atad los haces para quemarla. Tolerad en el campo lo que no tendréis
con vosotros en el granero.
Escuchad, carísimos granos de Cristo; escuchad, carísimas
espigas de Cristo, escuchad, carísima mies de Cristo; reflexionad sobre
vosotros mismos, mirad a vuestra conciencia, interrogad a vuestra fe, preguntad
a vuestra caridad, despertad vuestra conciencia; y si os reconocéis mies de Cristo,
traed a vuestra mente: Quien perseverare hasta el fin, ése será salvo. Pero
quien, al escudriñar su conciencia, se encontrare entre la cizaña, no tema
cambiarse. Todavía no hay orden de cortar, aun no llega la siega; no seas hoy
lo que eras ayer o no seas mañana lo que eres hoy. ¿De qué te sirve lo que
dices, sino en cuanto cambies? Dios promete indulgencia si cambias tú, pero no
te promete el día de mañana. Tal como seas al salir del cuerpo, tal llegaras a
la siega.
Muere alguien, no sé quién y era cizaña; ¿acaso podrá allá
hacerse trigo? Es aquí en el campo donde el trigo puede hacerse cizaña y la
cizaña trigo; aquí eso es posible, pero allá, es decir; después de esta vida,
es tiempo de recoger lo que se hizo, no de hacer lo que no se hizo
Agustín de Hipona.
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