“A los que
habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló”. Tierra y sombras
de muerte designan el país en el que Jesús de Nazaret comienza su misión. Misión
consistente en inundar la tierra con una “luz grande”.
La
luminosidad y belleza de Galilea no son suficientes para poder disfrutar de su
paisaje abierto, esplendoroso, atravesado por suaves colinas y, de Norte a sur,
por el mar de Galilea y el Jordán. En tiempos de Jesús, Galilea estaba sometida
a un poder extranjero, Roma, que se lucraba del trigo, el aceite y el vino de
sus llanuras y condenaba a la pobreza a sus gentes. Las revueltas sociales eran
frecuentes y la violencia de zelotes y sicarios hacía correr la sangre. La
represión de los soldados imperiales, cuando veían amenazada su “pax romana”,
no se hacía esperar. El mismo Jesús habría de ser víctima de ese poder romano,
cuando, tan hipócrita como hábilmente, es denunciado por los dirigentes de su
raza como enemigo del Emperador. A ese
pueblo que camina en tinieblas y no puede gozar de la apacibilidad de su
hermosa tierra, Jesús no sólo le inunda con una luz grande y nueva, sino que le
cura de su ceguera. A la vez que les anuncia un Imperio muy superior al de
Roma, el Reino de Dios, que es de justicia y paz, también les abre sus
corazones para ver la realidad, toda la realidad desde otras perspectivas: la
de la misericordia de Dios, Padre de todos y la de la fraternidad de los
humanos.
Hemos
regresado lamentablemente a tierra sobre las que se ciernen sombras de muerte.
Tras padecer una absurda guerra civil en la que los españolitos, nuestros
abuelos, se mataban en los campos de batalla, hemos sufrido la dictadura de los
nuevos zelotes y sicarios que no conocen otras razones que la violencia y la
imposición de su propia verdad, zafia y consecuencia de estúpidas
manipulaciones de la Historia. La
obcecación, la tergiversación, el provincianismo más estrecho y corto de miras
pretenden imponer su ley a todos. Eso sí, so capa de diálogo y democracia. A
estas ceremonias de la confusión y el sinsentido se suman los partidos
políticos mayoritarios, alimentando los nacionalismos para conseguir o
perpetuarse en el poder. ¿Es tan
difícil la cordura? ¿Qué podemos hacer los ciudadanos de a pie? ¿Revueltas
sociales como las que ha desencadenado Gamonal? ¿Buscar pretextos para salir a
la calle, acosar a la policía, protestar de todo y por todo? Algunos así lo
pretenden, añadiendo más violencia a la que ya padecemos por unos políticos
legítimos pero que se deslegitiman con su torpeza y ambición. El pasotismo de
unos y el catastrofismo de otros, sin otro programa que destruir lo que hacen
los de enfrente, sea bueno o malo, nos puede conducir, si nadie para tanto
despropósito, a hacer inhabitable esta magnífica y querida tierra que llamamos
España.
Lástima que
los modernos “gentiles” (=paganos) se empeñen en no querer contar con la luz
que viene de Jesús. Más que nunca deberíamos estar todos atentos a su llamada
vibrante a cambiar nuestros corazones. Sólo él trae “la luz grande”.
JOSÉ MARÍA
YAGÜE
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