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martes, 6 de agosto de 2013

ESTAD ATENTOS

            Es fácil caer en la cuenta de la importancia de la atención en lo cotidiano. Por desgracia, las noticias de cada día nos alertan de consecuencias trágicas por la falta de atención. Una breve distracción de dos minutos, por una llamada por teléfono o por lo que sea, provoca la muerte de 79 personas. Un “pequeño” despiste al volante del automóvil puede terminar con nuestra vida y la de los demás.  Como esto lo sabemos por su evidencia, no solemos distraernos demasiado en asuntos tan patentes. Aún así, mucho más de lo que convendría. Si estuviéramos menos distraídos y más atentos siempre, sin duda ocurrirían menos accidentes.

            Pero hay asuntos en los que las distracciones se notan menos, pasan desapercibidas para nosotros y para los demás y, sin embargo, también producen trágicos resultados. Son asuntos en los que no está en juego la supervivencia material, pero sí el sentido mismo de la vida y el valor de la persona.  Quiero decir que no basta poner atención en las acciones, en el movimiento. Hay que estar atentos a todo lo que somos, lo que nos pasa y lo que hacemos; a todo y a todos los que nos rodean. La atención es una actitud interior muy profunda que se traduce en el compromiso por vivir bien y hacer vivir bien a los demás. Por supuesto, es más fácil ser despistado o hacerse el despistado. Así no te comprometes. Vas “a tu bola”, nada te reprochas y piensas que nadie debe reprocharte nada. El pretexto está a flor de labios: no supe, no me enteré, no caí en la cuenta...

            Aquella joven filósofo que terminó muriendo con poco más de 30 años porque era incapaz de comer más y mejor, de tratarse bien, aun estando enferma, que los soldados en el frente, durante la Segunda Guerra mundial, nos había dejado escritas páginas admirables e instructivas sobre la atención:

            Se llamaba Simone Weil y nos decía esto: “Y, sobre todo, vivir con atención. No permitir que las cualidades naturales se atrofien por falta de práctica. No volver la mirada para evitar el compromiso con el dolor. Mirar con atención a la vida, a cuanto nos rodea. Atención, atención, atención. Si sólo estudiáramos con atención, escucháramos con atención, orásemos con atención, mirásemos a los rostros con atención, ahí estarían todas las llamadas y todos los motivos. Pero para ello hay que entrenarse”.  Y continúa: “no te puedes impedir hacer el esfuerzo supremo... No tengo por qué temer que no llegue a hacer el esfuerzo supremo. Con la única condición de no mentirme a mi misma y de poner atención”.

            Esto se llama autenticidad. Y es lo que Jesús nos sugiere como estilo de vida en el evangelio del domingo próximo: “tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Estad como los que aguardan a su Señor para abrirle apenas llegue y llame”.   No nos facilita la atención a lo esencial el modo moderno de vivir: la velocidad, los viajes, los medios e instrumentos de comunicación, los ruidos.... Algo y muy serio tendremos que cambiar para estar atentos y ser auténticos.          

                                                                               JOSÉ MARÍA YAGÜE
  
  
 
Abraham, de Sieger Köder
      Rodeado de estrellas, pero con la mirada fija en lo esencial





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