"Esforzaos en entrar por la puerta estrecha" (Lc
13,24)
Lecturas del día:
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Jesús no dijo que fuera fácil. Dijo que merecía la pena. |
Si deseo intentar expresar quién es este «tú» que me busca,
que me llama -como se manifiesta en la conciencia de quien cree-, puedo dar
algunas de sus características, que son también un intento de descripción de la
experiencia de fe, aunque no la agotan, y no son sino el esfuerzo por decir
algo que está más allá de nuestras palabras.
El «tú» que busca al creyente se presenta, en primer lugar,
como un misterio indisponible, sobre el que no podemos poner las manos, que
está siempre más allá de cuanto pensamos haber comprendido o captado de él.
Se presenta asimismo con la característica de don, o sea, algo que no podemos
pretender, sino que se da, y cuyo darse nos sorprende, porque tiene siempre la
connotación de lo gratuito, de lo no debido.
Se presenta aún como alguien que habla, que dice palabras de
consuelo, de aliento, incluso de juicio, pero que siempre levantan y hacen
caminar de nuevo. Se presenta como alguien que atrae con una atracción que
suscita una búsqueda continua. Quien cree, cuando reflexiona sobre su fe,
siente como muy verdaderas las palabras del salmo: «Como busca la cierva
corrientes de agua, así, Dios mío, te busca todo mi ser» (Sal 42), o bien: «Oh
Dios, tú eres mi Dios, desde el alba te deseo; estoy sediento de ti» (Sal
63).
Y este «tú» misterioso, que se hace buscar, que nos atrae
continua y misteriosamente, se presenta también como un aliado, como alguien
que está de mi parte, que me permite decir en cualquier circunstancia: «Dios me
ama y no temo ningún mal». Se presenta como alguien que abre siempre nuevas
perspectivas, nuevos horizontes de acción, y, por consiguiente, suelta de
continuo los lazos de la vida, plantea nuevas vías de salida, nuevos posibles
comienzos. Por último, se presenta como alguien que se entrega, que se
comunica, que se manifiesta, que ofrece una comunicación de experiencia.
El que conoce un poco la Biblia se da cuenta de que en cada página vibra
la presencia de un «tú» que continuamente nos sorprende, nos impulsa, estimula
la vida cotidiana y la abre a la novedad. Y el que cree, cuando lee las
palabras bíblicas, siente de una manera eficaz su verdad para su vida; vive,
por así decirlo, su confirmación.
(C. M. Martini, «Le ragioni del mio credere»,
en Cattedra dei non credenti, Milán 1992).
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