"Me conduce junto a aguas tranquilas" (Sal 22,2)
Vídeo de la semana:
http://www.youtube.com/watch?v=1GJ0i-omiXI
Lecturas de este domingo:
http://www.servicioskoinonia.org/biblico/calendario/texto.php?codigo=20130421&cicloactivo=2013&cepif=0&cascen=0&ccorpus=0
Icono ruso siglo XIX |
Jesús se define como «buen pastor» que conoce y llama a sus
ovejas, y como «puerta del redil», que es la puerta de la esperanza, porque es
capaz de dar al hombre el bien absoluto: la salvación. En esto vuelve a revelar
de nuevo todo su amor, respondiendo así, personalmente, a nuestra necesidad
fundamental de oír una voz que sea verdadera y tranquilizadora, y de caminar en
comunión con todos nuestros hermanos por un camino seguro.
Ahora bien, si Jesús se hace por nosotros un pastor que llama, nosotros debemos tener la humilde docilidad de disponer nuestros oídos para oír su voz. Si se hace puerta, debemos disponemos a entrar por él sin miedo y sin vacilación. Es posible volver al pastor y guardián de nuestras almas y, al recibir de él la vida, darla con él por las otras ovejas, hasta que «formemos todos un solo rebaño y un solo pastor» (Jn 10,16). Es posible, sí, pero sólo si confiamos totalmente en Dios, pues la voluntad por sí sola es incapaz de vencer las insidias del mundo y de superar las barreras del egoísmo.
Sólo el Espíritu de Jesús puede hacer percibir la cuerda locura de las bienaventuranzas evangélicas, continuamente objeto de burlas por la cultura dominante. Sólo él puede abrir de par en par ante nosotros los horizontes insólitos del amor verdadero, el que sabe perder la propia vida a causa de Jesús, para recuperarla en plenitud. Es puro don suyo que, entre los eslóganes de lo efímero, podamos reconocer su voz como la única que sabe dar palabras de vida eterna.
Ahora bien, si Jesús se hace por nosotros un pastor que llama, nosotros debemos tener la humilde docilidad de disponer nuestros oídos para oír su voz. Si se hace puerta, debemos disponemos a entrar por él sin miedo y sin vacilación. Es posible volver al pastor y guardián de nuestras almas y, al recibir de él la vida, darla con él por las otras ovejas, hasta que «formemos todos un solo rebaño y un solo pastor» (Jn 10,16). Es posible, sí, pero sólo si confiamos totalmente en Dios, pues la voluntad por sí sola es incapaz de vencer las insidias del mundo y de superar las barreras del egoísmo.
Sólo el Espíritu de Jesús puede hacer percibir la cuerda locura de las bienaventuranzas evangélicas, continuamente objeto de burlas por la cultura dominante. Sólo él puede abrir de par en par ante nosotros los horizontes insólitos del amor verdadero, el que sabe perder la propia vida a causa de Jesús, para recuperarla en plenitud. Es puro don suyo que, entre los eslóganes de lo efímero, podamos reconocer su voz como la única que sabe dar palabras de vida eterna.
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Nosotros, que estamos enfermos, tenemos necesidad del
Salvador; perdidos, tenemos necesidad de su guía; ciegos, necesitamos que nos
lleve a la luz; sedientos, tenemos necesidad de la fuente de la vida, de la que
quien bebe no vuelve a tener sed; muertos, tenemos necesidad de la vida;
ovejas, del pastor; niños, del pedagogo; en suma, toda nuestra naturaleza
humana tiene necesidad de Jesús. Si queremos, podemos aprender la suma
sabiduría que nos enseña el santísimo Pastor y Maestro, el omnipotente Verbo
del Padre, cuando, sirviéndose de la alegoría, se proclama pastor de las
ovejas. Sí, oh Señor, aliméntanos con los pastos de tu justicia. Oh Maestro,
apacienta a tus ovejas en tu santo monte: la Iglesia, que está en lo alto, más
alto que las nubes, toca los cielos.
Quiere salvar mi carne revistiéndome con la túnica de la incorrupción, por eso ha consagrado mi cuerpo. No caeremos en la corrupción porque hemos sido llevados a la incorrupción por el mismo que nos lleva de la mano. Así demuestra que es el único buen pastor. Es generoso y magnífico aquel que llega hasta el punto de entregar su vida por nosotros. Está verdaderamente al servicio de los hombres y lleno de bondad aquel que, pudiendo ser Señor del hombre, quiso ser su hermano. Bueno hasta el punto de morir por nosotros.
Quiere salvar mi carne revistiéndome con la túnica de la incorrupción, por eso ha consagrado mi cuerpo. No caeremos en la corrupción porque hemos sido llevados a la incorrupción por el mismo que nos lleva de la mano. Así demuestra que es el único buen pastor. Es generoso y magnífico aquel que llega hasta el punto de entregar su vida por nosotros. Está verdaderamente al servicio de los hombres y lleno de bondad aquel que, pudiendo ser Señor del hombre, quiso ser su hermano. Bueno hasta el punto de morir por nosotros.
Clemente de Alejandría
Vídeo de la semana:
http://www.youtube.com/watch?v=1GJ0i-omiXI
Lecturas de este domingo:
http://www.servicioskoinonia.org/biblico/calendario/texto.php?codigo=20130421&cicloactivo=2013&cepif=0&cascen=0&ccorpus=0
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