"Bendito seas, Padre, por habernos querido hijos tuyos" (Ef 1, 3.5)
Hoy, Señor, me resulta fatigoso acoger la Palabra que me
diriges: me estás diciendo que salga de mi pequeño mundo, me estás repitiendo
que estar contigo no es una cuestión privada e intimista, sino camino, riesgo,
apertura, comunicación, conflicto, encuentro.
Porque éstas son las consecuencias del amor con el que desde
siempre me has amado y del que me has hecho testigo.
Si me miro a mí mismo y a mis fatigas, me espanto y te pido
perdón por las flaquezas de mi respuesta a tu llamada. Si miro hacia ti, te
bendigo, Señor, porque en tu grandioso proyecto de salvación has querido contar
también conmigo. ¡A ti gloria y alabanza, oh Dios mío!
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