¿Es un derecho absoluto la libertad de
prensa? ¿Puede alguien pensar sensatamente que está en posesión de la verdad absoluta
y que quienes no comparten su credo, sus dogmas o sus opiniones son o necios o
retrasados?
En
el fondo, con esas dos preguntas tienen mucho que ver tanto el problema de las
caricaturas de Mahoma como subsiguientes reacciones violentas de algunos grupos
musulmanes fundamentalistas.
Pues,
en virtud de esa “sagrada” libertad de opinión y expresión, afirmo que nadie
tiene derecho a herir por gusto a los demás. Por tanto no hay tal libertad para
publicar en tono de mofa lo que ofende los sentimientos, religiosos o no,
ilustrados o populares, de otras personas. Como tampoco hay ningún derecho para
arremeter y atentar contra la vida o bienes de personas inocentes y ajenas
totalmente a lo que se ha publicado a miles de kilómetros.
Nosotros,
europeos, ilustrados, progresistas, “demócratas” (pero no tanto), laicistas...
nos sentimos con el derecho de juzgar, condenar, zaherir a los que consideramos
subdesarrollados, ignorantes, portadores de valores religiosos anacrónicos,
etc. etc. Pues haríamos bien en practicar más la autocrítica, exponer nuestras
creencias u opiniones con respeto a los demás y, por consiguiente, ejercer la
autocensura.
Hay
sectarismos de derechas y sectarismos de izquierdas, de conservadores y de
“progres”, de fanáticos religiosos y de fanáticos laicistas. ¿O es que alguien
puede llegar a creer que los sectarios siempre son los otros?
La
cosa viene de lejos. Hace más de tres mil años, unos jóvenes se quejaban a
Moisés porque algunos que no estaban con él profetizaban en nombre de Dios.
Hace dos mil años, unos discípulos de Jesús prohibían a algunos que no
pertenecían a su grupo “hacer milagros en el nombre de Jesús”. La respuesta de
Jesús es terminante: “no se lo prohibáis. Nadie que obre milagros en mi nombre
hablará mal de mí. Los que no están contra nosotros están con nosotros”.
En
síntesis, que nadie tiene el monopolio de la verdad. Gracias a Dios hoy sabemos
los católicos, que ni la
Iglesia que decimos “una, santa, católica y apostólica” tiene
el monopolio sobre Cristo y menos aún sobre el Espíritu de Cristo. Y sabemos
que, en el interior de la
Iglesia , tampoco el Papa, los obispos y los curas tenemos ese
monopolio. “El Espíritu sopla donde quiere”. Falta hace que todos nos pongamos
a escucharlo allí donde alienta. Y que respetemos y escuchemos más y mejor a
los “diferentes”. También a esos pueblos retrasados y menospreciados por nosotros.
Y eso de respetar y escuchar, no porque sean mejores o tengan más razón. Pero
sí porque representan valores que ya quisiéramos vivir nosotros. Dios nos libre
de la soberbia eurocentrista.
JOSÉ MARÍA YAGÜE
CUADRADO
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