En
primer lugar, el obispo. El tiene que ser el primer impulsor y animador de un
proyecto pastoral de zona, dotando a ese proyecto de unas líneas de actuación
y unos criterios mínimos pero
marcadamente diocesanos.
1. Como colaboradores del obispo, los
sacerdotes. Hemos sido llamados y ordenados para la misión. Y nuestra misión es
el servicio a la comunidad. Nuestro ministerio pastoral está radicalmente
referido a la comunidad (cf. ChL.22). Por eso más que una vida en común, tenemos
una misión común. Y para ello deberemos ir creando una mente y un corazón
comunes que nos ayuden a ver ,a vivir y trabajar del mismo modo, la realidad
pastoral de la zona.
En los criterios mínimos y líneas de
actuación diocesanas está el punto de partida de un trabajo pastoral conjunto,
que luego será desarrollado por cada miembro del equipo sacerdotal o equipo de
colaboradores, según su particular vocación o singular carisma. Planificar y
revisar a la luz de la fe, se convertirán así en medios privilegiados para
vivir la comunión efectiva y afectiva de todos y en todo y compartir la misión
con el resto de la Iglesia
diocesana y de toda la
Iglesia.
2. Los religiosos y religiosas: la vida
religiosa es un carisma que enriquece a la Iglesia , pero por sí solo no constituye Iglesia.
Y esto es particularmente importante cuando se trata de trabajar en equipo y de
llevar una pastoral común. Cada familia religiosa, desde su
particular carisma debe ayudar a construir y enriquecer la Iglesia.
3. Los laicos: la comunión y la misión son las
claves que articulan el ser y la
evangelización de la
Iglesia. Es algo presente en la conciencia de todos,
desarrollado ampliamente en los documentos conciliares y de la conferencia episcopal.
Y una de las exigencias más significativas de la comunión es la
corresponsabilidad (cf.. AG 21).
Nacho
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