“ La santidad no consiste en tal o cual práctica.
Consiste en una disposición del corazón que nos vuelve humildes y pequeños en
los brazos de Dios”
Oración para alcanzar la humildad
16 de julio de 1897
¡Jesús!
Jesús, cuando eras peregrino en nuestra tierra, tú nos
dijiste: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y vuestra alma encontrará descanso". Sí, poderoso
Monarca de los cielos, mi alma encuentra en ti su descanso al ver cómo,
revestido de la forma y de la naturaleza de esclavo, te rebajas hasta lavar los
pies a tus apóstoles. Entonces me acuerdo de aquellas palabras que pronunciaste
para enseñarme a practicar la humildad: "Os he dado ejemplo para que lo
que he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis. El discípulo no es más
que su maestro... Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en
práctica". Yo comprendo, Señor, estas palabras salidas de tu corazón manso
y humilde, y quiero practicarlas con la ayuda de tu gracia.
Quiero abajarme con humildad y someter mi voluntad a la de
mis hermanas, sin contradecirlas en nada y sin andar averiguando si tienen
derecho o no a mandarme . Nadie, Amor mío, tenía ese
derecho sobre ti, y sin embargo obedeciste, no sólo a la Virgen Santísima y a
san José, sino hasta a tus mismos verdugos. Y ahora te veo colmar en la hostia
la medida de tus anonadamientos. ¡Qué humildad la tuya, Rey
de la gloria, al someterte a todos tus sacerdotes, sin hacer alguna distinción
entre los que te amen y los que, por desgracia, son tibios o fríos en tu
servicio...! A su llamada, tú bajas del cielo; pueden adelantar o retrasar la
hora del santo sacrificio, que tú estás siempre pronto a su voz...
¡Qué manso y humilde de corazón me pareces, Amor mío, bajo
el velo de la blanca hostia! Para enseñarme la humildad, ya no puedes abajarte
más. Por eso, para responder a tu amor, yo también quiero desear que mis
hermanas me pongan siempre en el último lugar y compartir tus humillaciones,
para "tener parte contigo" en el reino de los cielos.
Pero tú, Señor, conoces mi debilidad. Cada mañana tomo la
resolución de practicar la humildad, y por la noche reconozco que he vuelto a
cometer muchas faltas de orgullo. Al ver esto, me tienta el desaliento, pero sé
que el desaliento es también una forma de orgullo. Por eso, quiero, Dios mío,
fundar mi esperanza sólo en ti. Ya que tú lo puedes todo, haz que nazca en mi
alma la virtud que deseo. Para alcanzar esta gracia de
tu infinita misericordia, te repetiré muchas veces: "¡Jesús manso y
humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo!"
Biografía y descarga de sus obras completas en:
http://www.misionerosdelapalabra.org/tiempos%20liturgicos/octubre%201%20santa%20teresita%20de%20nino%20jesus.php
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