Nunca en la historia reciente ha habido seguidas tantas malas noticias para el conjunto de la sociedad española ni, paradójicamente, tan pocos periodistas para contarlas, ahora en las colas del paro. Pero esto, que podría sonar a un mero lamento corporativista, bien podría ser el reflejo de una situación que, de manera más cruda, acaba de radiografiar Cáritas Española en el Informe FOESSA sobre Exclusión y desarrollo social en España. Análisis y Perspectivas 2012.
Efectivamente, los golpes bajos de la crisis económica tienen contra las cuerdas no al Gobierno, como de manera simplista sostienen algunos, sino a todo un país, que asiste entre atónito y atemorizado a la demolición de un sistema, al que se había llegado no sin pocos esfuerzos, basado en la igualdad de derechos y en la cohesión social.
Pues bien, todo eso ha empezado a cambiar. El análisis de los datos que arroja el citado informe –uno de los más prestigiosos que se realizan en nuestro país– sobre la evolución de la realidad social en España desde que comenzó la crisis, en 2008, confirman “una pobreza más extensa, más intensa, más crónica y una convivencia que se asienta cada vez más en una sociedad dual”·, según señaló el secretario general de Cáritas, Sebastián Mora, en la presentación
“Una pobreza más extensa –añadió– porque se incrementa en número de hogares y personas; más intensa porque las situaciones de privación material y la dificultad de acceso a derechos básicos se ha acrecentado; más crónica porque no hablamos de situaciones de pobreza pasajera, sino de años viviendo bajo el umbral de la pobreza, incluso en personas con empleo que siguen siendo ‘trabajadores pobres’”.
Los datos en los que se basan esas afirmaciones son igual de contundentes: el 22% de los hogares españoles está por debajo del umbral de la pobreza; la exclusión social afecta al 25% de la población; el 30% de los hogares tiene dificultades para llegar a fin de mes; en 580.000 hogares no reciben ingresos ni del trabajo ni de la prestación por desempleo; la tasa de paro (23%) es la más alta de la Unión Europea…
Pero esta sangrante realidad enseguida ha sido sepultada por otros datos no menos preocupantes, como la del incremento del déficit público, que amenaza con medidas de ajuste que, previsiblemente, dejarán obsoletos los datos de Cáritas.
Por eso mismo, y como con gran acierto ha apuntado la organización eclesial, la llamada evangélica a una opción preferencial por los pobres, también entre nosotros, además de “clara, valiente y decidida”, es “urgente”.
En una época en donde se imponen los ajustes, los recortes y la austeridad, en donde asoma la tentación del “sálvese quien pueda”, corremos el peligro de olvidarnos de quienes están siendo la auténtica carne de cañón de este tremendo desaguisado.
Y toda la Iglesia, con Cáritas a la cabeza, tiene que seguir no solo contribuyendo con su ayuda material a paliar las necesidades de los más empobrecidos, sino a hacer resonar aún más su voz para convertirse en la conciencia crítica, cívica y solidaria que tantos le reclaman en estos tiempos de desolación.
De Vida Nueva
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