Esta composición, dramática y solemne, representa el último acto de la historia humana: Cristo, juez justo, sube al trono para juzgar a todos los hombres
Los primeros grandes frescos del Juicio Universal ocupaban íntegramente la pared occidental de las iglesias ortodoxas. El tema, cuya fuerza y dramatismo avivaron la fantasía de hombre medieval, aparece en los orígenes de la iconografía bizantina, y en el caso de Rusia dio lugar a representaciones cada vez más complejas y elaboradas.
Las fuentes de inspiración, además del Apocalipsis de Juan, son el libro del Génesis, las visiones del profeta Daniel, la parábola evangélica de Lázaro y el rico, y el discurso de Jesús sobre los elegidos y los condenados (Mt 25), tema del Evangelio del próximo domingo. Cristo Juez preside la escena desde las alturas entronizado entre María, Juan Bautista, los apóstoles, los santos y las cohortes angélicas.
El centro lo ocupa el trono, y Adán y Eva implorantes. Abajo a la izquierda se reconoce el Paraíso. A la derecha, el infierno, un lago de fuego alimentado por una serpiente o un río de lava incandescente en otros casos que nace del mismo trono de Dios. El séquito de los justos, con Pedro y Pablo a la cabeza, se dispone a cruzar la puerta del Paraíso, que custodia un querubín. Es el lugar reservado para la visión del “seno de Abraham”, el Buen Ladrón y la Virgen en el trono.
Se puede ver en la parte más superior al Anciano de los Días, representación de Dios Padre, así como numerosos detalles de índole catequético y teológico repartidos por todo el icono.
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