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sábado, 19 de noviembre de 2011

JESUCRISTO, REY DE UNIVERSO

"El Señor es mi pastor, nada me falta"  (Sal 23,1)

La imagen del Salvador en el trono es de origen bizantino, y se remonta a los siglos anteriores a la iconoclasia. En los siglos XII y XIII viajó de Capadocia a Rusia y allí alcanzó la perfección en el orden principal del iconostasio con los grandes iconos de Teófanes el griego y Andrei Rublev. Las fuentes del tema se recogen de la visión de Isaías donde el Señor aparece en un trono rodeado de serafines, en la visión de Ezequiel que lo describe entre los cuatro vivientes y en la visión de Juan donde el trono se inscribe en un arco iris. Las variantes de este prototipo son el Evangelio en las rodillas abierto o cerrado y (sobre todo en Rusia) la rotación y asimetría de la pierta y el pie izquierdos, que acentúan el dinamismo de la composición. Los Padres interpretan a los cuatro vivientes del Apocalipsis (ángel, águila, león y buey) como símbolos de los cuatro evangelistas. La mandorla de luz oculta imágenes de ángeles en filigrana, origen de la iconografía del Salvador entre las potencias angélicas, característica del siglo XV y de tradición moscovita. Cristo aparece entronizado en un rombo rojo inscrito en un óvalo azul, contenido en un cuadrado rojo. Las cuatro esquinas que forma el óvalo en su intersección con el cuadrado (que representa el cielo extendido como un palio) contienen las imágenes de los cuatro evangelistas.



Señor, con la palabra, tajante y auténtica, que nos has dirigido hoy hemos comprendido que lo esencial en la vida no es, ni mucho menos, confesarte con palabras, sino practicar el amor con los pobres y desfavorecidos. En esto consiste la voluntad del Padre, en vivir de ti y como tú, incluso de parte de quienes no te conocen bien. Señor, Jesús, tú te identificaste con los perseguidos, con los pobres, con los débiles. Nos has mostrado un claro ejemplo de vida, contenido en el evangelio y condensado en las bienaventuranzas. La señal de que ha llegado tu Reino se encuentra en que en ti el amor concreto de Dios alcanza a los pobres y los marginados, y no por sus méritos, sino por su condición de excluidos y oprimidos, porque tú eres Dios y porque los «últimos» son los primeros «clientes» tuyos y del Padre. Ayúdanos, Señor, a entender que descuidar este amor concreto por los pobres, los forasteros, los prisioneros, los desnudos o los hambrientos, significa no vivir según la fe del Reino, sino apartarnos de su lógica. Faltar al amor es negarte, porque los pobres son tus hermanos, y lo son justamente por su pobreza. Haznos comprender con todas sus consecuencias que ellos son el lugar privilegiado de tu presencia y del Padre celestial.

Lecturas del día


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