Los nombres y las vidas de los padres de María, "abuelos" de Jesús, no aparecen en los Evangelios canónicos. Solo figuran en un texto apócrifo, el Protoevangelio de Santiago, que cuenta las peripecias de Joaquín, un israelita rico y piadoso de quien se rechaza su ofrenda en el Templo por carecer de descendencia a su avanzada edad. Ana, su mujer, es demasiado vieja para procrear.
Joaquín, triste y desconsolado, se retira al desierto en ayuno y oración. Mientras tanto, su esposa, que se ha quedado sola, llora su esterilidad. Entonces los visita un ángel, vuelven a convivir y conciben a María, la Madre de Jesús, porque "ninguna cosa es imposible para Dios".
La figura de Ana se relaciona con otros ejemplos de mujeres estériles del Antiguo Testamento: Sara, la esposa de Abraham, que concibe a Isaac en su vejez; Ana, la madre de Samuel, y por último Isabel, mujer de Zacarías, prima de María y madre de Juan Bautista.
Los episodios de la vida de Joaquín y Ana ocupan los marcos de muchos iconos cuyo tema central es la Anunciación o la Presentación de María en el Templo.
Durante el siglo VII, el emperador Justiniano mandó construir una iglesia en Constantinopla en honor de santa Ana y promovió su culto, que se desarrollaría en occidente durante la Edad Media. En Rusia hay numerosas iglesias dedicadas a la concepción de Ana.
Escuela de Novgorod, Concepción de Santa Ana, Siglo XV |
En el icono, la colgadura roja entre los edificios indica que el encuentro se produce en un interior. La perspectiva inversa de los edificios confluye en el abrazo de los cónyuges.
Ana corre a los brazos de Joaquín con un ímpetu que se refleja en el vuelo de su manto. La simetría de los brazos y el tierno roce de las mejillas expresan unión.
La tarima sobre la que se encuentran sitúa el abrazo en una dimensión ultraterrena. Su color verde representa el mar de cristal del que se habla en el Apocalipsis, así como el prado del Paraíso.
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