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viernes, 17 de febrero de 2012

7º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

"Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura"  (Mt 6,33)




«Nunca hemos visto cosa igual», exclama la gente, y alaban a Dios por la prodigiosa curación del paralítico y el milagro —superior incluso— del perdón de los pecados. Sí, porque sólo Dios puede perdonar los pecados. Se trata de un prodigio cualitativamente superior a la resurrección de un muerto: con la condición de que —como sucede en nuestro caso— la culpa no sea sólo «cubierta», sino «suprimida de manera radical», de forma que el pecador vuelva a ser inocente e inmaculado como la lana, para usar la imagen de Isaías. De ahí que remitir el pecado sea una obra exclusivamente «divina»: es el milagro del amor creativo, preveniente y gratuito de Dios, como de un modo muy eficaz se dice con una frase que debería dejarnos pasmados por su fuerza y —¿cómo diríamos?— por su «nervio»: «Soy yo, y sólo yo, quien por mi cuenta borro tus culpas, oh Israel, y dejo de recordar tus pecados», aunque fueran rojos como la escarlata y negros como la pez.
Por desgracia, el hombre, hipnotizado por lo sensible, siente pronto y con facilidad sólo las enfermedades que golpean a los sentidos del cuerpo: las visibles y tangibles, pero no ve la suciedad que se imprime en el alma con la práctica de los egoísmos —tener-gozar-poder— y con los vicios capitales; esa podredumbre, lamentablemente, le cuesta bastante notarla. Oh hombre infeliz, exclamaría Agustín con Pablo, ¿quién me liberará de este cuerpo de muerte? 


Vídeo:
http://www.youtube.com/watch?v=GK4aOdMag0s&feature=channel

Lecturas del día:
http://www.aciprensa.com/calendario/calendario.php?dia=19&mes=2&ano=2012


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