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sábado, 26 de febrero de 2011

LECCIONES DE LA HISTORIA

En Egipto, una vez más, la historia nos ha dado una lección.
Los pobres, esos que viven con menos de euro y medio al día (dos dólares, dicen), se han organizado. Primero para protestar por sus duras condiciones de vida. Y de paso, para pedir un Gobierno democrático, que sustituya al que tenían.
Finalmente, hasta se han organizado para limpiar calles y plazas, y para borrar las pintadas de paredes y monumentos.
Y lo han conseguido. Es verdad que aún quedan muchos pasos por dar. Pero, de momento, han logrado tumbar al Gobierno y a su Presidente. Ahora ha sido en Egipto. Antes fue en Túnez, en Ecuador… Y mañana será en…
Al final, va a ser verdad eso que algunos hemos pensado y dicho tantas veces: los pobres, cuando se organizan, son capaces de cambiar la Historia.
Y nosotros, ciudadanos europeos, seguimos mirando a los países del Tercer Mundo con cierta superioridad: nosotros somos más inteligentes, más desarrollados, tenemos más recursos; mientras que ellos son ignorantes, corruptos, pobres, condenados a vivir explotados de por vida.
¿Seríamos capaces, con nuestra cultura democrática, de organizar una protesta de 18 días, con sus noches, sin abandonar las calles hasta lograr lo que queremos? ¿Seremos capaces de aprender las lecciones que los pobres de nuestro mundo nos siguen dando? ¿Nos bajaremos, alguna vez, del pedestal de nuestra supuesta superioridad, para aprender algo de los demás?
Ésta es la cuestión.

De Eclesalia.net

2 comentarios:

  1. En mi opinión, Europa se enfrenta a una ocasión histórica de reparar los numerosos "errores" cometidos en los últimos decenios con respecto a las poblaciones de los países del norte de Africa. Hemos dado apoyo a corruptos y dictadores simplemente porque a nivel económico y geoestratégico nos convenía. Hemos mirado hacia otro lado cuando las violaciones sistemáticas de los derechos humanos allí era lo normal y cotidiano. Hemos mirado con suspicacia y sospecha a las oleadas de inmigrantes que, huyendo de la pobreza en sus países, jugándose el tipo en pateras, llegan a nuestras costas.
    Y parece que, visto lo visto, van a llegar cada vez más refugiados.
    Bueno, pues ya es hora de acogerles con solidaridad y de intentar reparar en la medida de lo posible injusticias históricas.
    Dejemos de mirar por una vez nuestro ombligo (nuestro bolsillo), sacudamos nuestro miedo al extraño y comportémonos como lo haría Jesús de Nazaret, que no tuvo problema en relacionarse y ayudar a los samaritanos (odiados en su tiempo por los judíos).
    Sólo así lograremos un día construir un mundo más justo y fraterno para nuestros hijos.

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  2. Estoy de acuerdo con lo que dices, Juan. Veo que a veces medimos el mundo desde nosotros, desde nuestro yo -me incluyo, que conste- desde nuestras seguridades y con ese toque de ser el "primer mundo"... sólo porque hemos nacido en un lugar determinado... Si fuéramos capaces de salir de nuestro yo para comprender al otro, al extranjero, al que ya no tiene nada más que perder que su vida (en cuyos países, por cierto, apenas tiene valor), entonces ya estaríamos dando un paso de avance en el camino del Reino. Le pido al Señor por cada uno de nosotros, habitantes del "primer mundo", para que nos ayude a abrir nuestro corazón, nuestros brazos y nuestra vida a los hermanos que arriesgan la suya porque ya lo han perdido todo.

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