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viernes, 11 de febrero de 2011

CAMPAÑA MANOS UNIDAS

 

Cada hora se nos mueren en el mundo mil niños y niñas por desnutrición, enfermedad y miseria. Al año, más de once millones, todos menores de cinco años. Son niños que sólo nacen para pasar hambre, sufrir una enfermedad y morir. ¿Cómo lo podemos soportar?
Muchos de ellos nacen heridos por el sida. A otros la falta de higiene los deja marcados para toda su corta vida. La mayoría muere por desnutrición, falta de agua potable o enfermedades que se podrían evitar fácilmente, como diarrea, tuberculosis, varicela o malaria. Su muerte, indigna y triste, es una vergüenza para todos nosotros. ¿Cómo nos podemos sentir humanos?
Es inútil que nos escondamos detrás de nuestra crisis económica. Estamos invirtiendo cantidades exorbitadas en rescates financieros, ¿cuánto invertiremos para rescatar a estos niños del hambre y la muerte prematura? A veces bastaría que contaran con vacunas, antibióticos o algún suplemento nutricional. No está en crisis sólo nuestra economía. Desde hace mucho tiempo, está en crisis nuestra dignidad.
¿Cómo es posible que todo esto ocurra mientras nosotros seguimos viviendo ajenos a todo lo que no sea nuestros intereses económicos y nuestro bienestar? ¿Cómo podemos soportar que el mundo siga «funcionando» de manera tan absurda y cruel? ¿Cómo podemos vivir en la Iglesia de Jesús tan centrados en nuestros problemas y tan olvidados de los que sufren? ¿Cómo hemos llegado a perder de manera tan increíble su sensibilidad ante el sufrimiento?
Es la hora de recordar un gesto profético de Jesús, que ha sido olvidado casi por completo en su Iglesia. La escena es conmovedora. Sus discípulos andan, como casi siempre, pensando en puestos de honor y de poder. Jesús se sienta y llama a los Doce. Luego, toma a un niño y lo pone en medio de ellos; lo estrecha entre sus brazos y les dice: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, me está recibiendo a mí» ( Marcos 9, 33-37).
En el centro del colegio apostólico no ha colocado Jesús a Pedro sino a un niño. Su intención es clara: los más débiles e indefensos han de ocupar el centro de su Iglesia. Sus seguidores se olvidarán de sí mismos y se pondrán a atender a los más desvalidos. ¿Cómo pretendemos acoger a Jesús entre nosotros olvidando a los niños hambrientos del mundo?
Tal vez, sólo el recuerdo del sufrimiento de tantos niños y niñas inocentes nos puede todavía sensibilizar y humanizar. Por eso, no podemos permanecer indiferentes ante la Campaña de Manos Unidas que, este año, nos recuerda sus gemidos y nos llama a la responsabilidad. No se trata sólo de entregar un donativo. Para más de uno, puede significar empezar a recuperar la dignidad.
De Eclesalia.net

18 de Febrero: BOCATA SOLIDARIO. Se adquieren los tickets a 3 € en el despacho parroquial de 6 a 7 de la tarde.  Se puede colaborar ofreciendo tortillas de patata, que se recojerán el día 17 de febrero de 5:30 a 7 en el despacho.
 

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