"Me llenaré de alegría en el Señor" (Salmo 12)
Icono del nacimiento de Nuestra Señora. Basílica de Santa Ana. Jerusalén. |
El icono muestra a Santa Ana, madre de la Virgen María y patrona de las mujeres embarazadas, medio incorporada en la cama después del parto, y a la Niña María envuelta en pañales al modo tradicional en muchos países de la Europa del Este y el Próximo Oriente. Madre e Hija son atendidas por tres mujeres. Una de ellas, seguramente la que había ejercido las labores de comadrona, sostiene a la Niña en sus brazos y se dispone, con la ayuda de otra de sus compañeras, a llevar a cabo el baño ritual (si no lo ha hecho ya) para lo que tienen preparado todo lo necesario. La tercera mujer ofrece a la recién parida un frasco, con la intención -quizás- de que tome un reconstituyente para aliviar el sufrimiento del parto. En la parte derecha del cuadro vemos a un anciano San Joaquín, atento a lo que ocurre a su alrededor. Y a la izquierda, arriba, la presencia de un ángel testimonia la sagrada importancia del hecho que allí está ocurriendo... Tanto la Niña María como sus padres muestran el nimbo que corresponde a su santidad.
El Nuevo Testamento no nos ofrece datos sobre el nacimiento de María. Los podemos encontrar en algunos de los apócrifos, especialmente en el llamado Protoevangelio de Santiago (del siglo II) y en diversas tradiciones. Algunas de éstas, considerando a María descendiente del Rey David, sitúan su nacimiento en Belén. Otra teoría, seguida fundamentalmente por griegos y armenios, señala Nazaret como cuna de María. Sin embargo, ya en el siglo V existía en Jerusalén un santuario bizantino, sobre el que se construyó la hermosa iglesia románica de los cruzados que todavía existe, la Basílica de Santa Ana, en cuyo interior encontramos unas criptas excavadas en la roca que parecen haber formado parte de una vivienda, la que podría haber sido la casa natal de la Virgen. Allí mismo empezó a celebrarse la fiesta de la Natividad, que en seguida se extendió por todo el Oriente Cristiano, y poco después por Occidente. Y allí se fijó la fecha del 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino (justo nueve meses después del 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción) para su celebración.
Es famosa la homilía pronunciada por San Juan Damasceno (675-749) un 8 de septiembre en la Basílica de Santa Ana, que empieza así:
"¡Ea, pueblos todos, hombres de cualquier raza y lugar, de cualquier época y condición, celebremos con alegría la fiesta natalicia del gozo de todo el Universo. Tenemos razones muy válidas para honrar el nacimiento de la Madre de Dios, por medio de la cual todo el género humano ha sido restaurado y la tristeza de la primera madre, Eva, se ha transformado en gozo. Ésta escuchó la sentencia divina: parirás con dolor. A María, por el contrario, se le dijo: Alégrate, llena de gracia!"
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