"Dame, Señor, los mismos sentimientos de Cristo Jesús" (Filipenses 2,5)
«Aprende a despreciar las cosas exteriores y dirigirte a las interiores y verás venir el Reino de Dios a ti» (Imitación de Cristo, 2,1). Se trata de separarse, y con fuerza, de esa exterioridad en que queda aprisionada y reducida la vida del hombre, para volverse y renovar el interior, esa interioridad que caracteriza al hombre. El logro de una conquista semejante requiere distanciamiento de las cosas exteriores, ya que mientras estés ocupado en ellos no puedes pensar en ti: Cristo vendrá a ti si le has preparado en tu inferior una digna vivienda; por eso el autor de la Imitación te sugiere insistentemente: haz sitio en tu interior a Cristo y niégale la entrada a todo lo demás. Cuántos desapegos no están incluidos en ¡«todo lo demás»!
Despego de las cosas, de todas los cosas a las que a veces desea apegarse nuestro corazón inadvertidamente y que nos impiden adherirnos totalmente a Cristo; renegar de los lugares a los que fácilmente el corazón se vincula bajo la apariencia de bien; lo mismo, de las personas, en el sentido de que los afectos no obstaculicen el triunfo de Cristo en nosotros ni se lo impidan a los demás...
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