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martes, 16 de noviembre de 2010
CRISTO, SEÑOR DEL UNIVERSO
Este domingo celebramos a Cristo Rey.
El icono que mostramos es uno de los más antiguos, Cristo Pantocrátor, del siglo VI, situado en el monasterio de Santa Catalina, en el monte Sinaí.
En el año 325, el concilio de Nicea confirmó que Cristo era la imagen visible y perfecta del Padre, defendiendo así contra los iconoclastas la imagen de Cristo como hombre-Dios, el principio de la encarnación y la eficacia de la salvación.
Meditemos las lecturas de ese día. El pasaje de la Carta a los Colosenses nos pregunta si podemos prescindir de Cristo, dado que él es el artífice de la vida, de la nuestra y de la del mundo. Ya que hemos sido introducidos en su Reino ¿podemos rechazar su primacía? Él es la imagen de Dios invisible, el primogénito, el principio, la cabeza, el primado, el pacificador. En Él está la plenitud de la vida divina.
El "buen ladrón" del Evangelio decide confiarse a Jesús pidiéndole entrar a formar parte de su Reino. Reconoce la justicia de ese rey precisamente en la hora en que parte para su más largo viaje.
El mundo y el universo pueden tomar del tesoro de Cristo la sabiduría necesaria para crear las condiciones fundamentales para la vida de todo ser. La fiesta de Cristo Rey es, pues, la fiesta de toda criatura que no encuentra espacio en esta tierra aplastada por lógicas que no corresponden a la verdadera Sabiduría, lógicas de poder y de beneficio, lógicas que responden a la ley del más fuerte y no a la ley de perder la vida para que todos la tengan en abundancia.
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Después de esta reflexión, poco puedo decir: sólo pedirle al Señor que nos siga acompañando y que dejemos que Él sea nuestro Rey, porque una vez que hemos gustado de su presencia y de algunos destellos de su Reino ya no podemos volvernos atrás, pues es en Él donde todo tiene sentido.
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