"Muéstrame, Señor, tus caminos, instrúyeme en tus sendas" (Sal 24,4)
Ángel del desierto, Precursor de Cristo, último profeta y primer santo, el Bautista es una de las figuras más fascinantes y populares de la iconografía ortodoxa.
En el icono, las alas, que ocupan gran parte de la composición, otorgan una dimensión cósmica a San Juan. Se puede observar el alba penitencial debajo del himation, hecha de pelo de camello. Las pinceladas de luz blanca de las vestiduras expresan la energía de la luz no creada.
Juan sostiene en las manos un rollo con el versículo de Mt 3,10 ("Haced penitencia, porque el Reino de Dios está cerca...") y un cáliz con un pequeño Cristo desnudo bendecidor, sugerente imagen del pan eucarístico inspirada en las palabras del profeta en el Jordán: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo".
La imagen del desierto florido refleja la pujanza de la vida a causa de la llegada al mundo del Mesías.
San Juan Bautista |
Ángel del desierto, Precursor de Cristo, último profeta y primer santo, el Bautista es una de las figuras más fascinantes y populares de la iconografía ortodoxa.
En el icono, las alas, que ocupan gran parte de la composición, otorgan una dimensión cósmica a San Juan. Se puede observar el alba penitencial debajo del himation, hecha de pelo de camello. Las pinceladas de luz blanca de las vestiduras expresan la energía de la luz no creada.
Juan sostiene en las manos un rollo con el versículo de Mt 3,10 ("Haced penitencia, porque el Reino de Dios está cerca...") y un cáliz con un pequeño Cristo desnudo bendecidor, sugerente imagen del pan eucarístico inspirada en las palabras del profeta en el Jordán: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo".
La imagen del desierto florido refleja la pujanza de la vida a causa de la llegada al mundo del Mesías.
Tú nos hablas, Señor, a través de los profetas totalmente inmersos en las vicisitudes de su pueblo y de su tiempo, capaces de estar solos o de ir al desierto a proclamar la Palabra a los que le siguen. Tú nos hablas, Señor, por los testimonios dispuestos a compartir las angustias de los hermanos, los temores y dramas de los hombres y llenos de fe para indicar tu presencia activa, tu promesa suscitadora de vida. Tú nos hablas, Señor, por hombres que saben oponerse valientemente a las modas, costumbres, prejuicios, tópicos de sus contemporáneos y a la vez solidarios en el buscar tu rostro que salva, en el hablar al corazón del que desespera. Te rogamos mires a tu Iglesia, la Iglesia de nuestros días, a nosotros que somos tu pueblo: concédenos ser mediadores de tu consuelo en el momento mismo de denunciar las hipocresías propias y ajenas. En el desierto de nuestra sociedad haz resonar tu Palabra, para que también “salgamos” confesando nuestros pecados para ser de nuevo inmersos en la gracia de tu Espíritu.
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