"Serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor a preparar sus caminos" (Lc 1,76)
El primer testigo cualificado de la luz de Cristo fue Juan el Bautista. En su figura captamos la esencia de toda misión y testimonio. Por eso ocupa una posición tan importante en el prólogo y emerge con su misión antes incluso de que la Palabra aparezca en la carne. Es testigo con las vestiduras de precursor.
Eso significa sobre todo que él es el final y la conclusión de la antigua alianza y que es el primero en cruzar, viniendo de la antigua, el umbral de la nueva. En este sentido, es la consumación de la antigua alianza, cuya misión se agota aludiendo a Cristo. Por otra parte, Juan es el primero en dar testimonio realmente de la misma luz, por lo que su misión está claramente del otro lado del umbral y es una misión neotestamentaria. La tarea veterotestamentaria confiada por Dios a Moisés o a un profeta era siempre limitada y circunscrita en el interior de la justicia. Esta tarea era confiada y podía ser ejecutada de tal modo que mandato y ejecución se correspondieran con precisión. La tarea veterotestamentaria confiada a Juan contiene la exigencia ilimitada de atestiguar la luz en general. Es confiada con amor y —por muy dura que pueda ser— con alegría, porque es confiada en el interior de la misión del Hijo.
Lecturas del día:
http://www.aciprensa.com/calendario/calendario.php?dia=24&mes=6&ano=2011
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