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sábado, 25 de julio de 2015

DOMINGO 17 DEL TIEMPO ORDINARIO

«Hazme comprender, Señor, los signos que realizas»



En nuestro opulento mundo occidental difícilmente llegamos a comprender lo que significa tener hambre y, a continuación, de modo sorprendente, vernos saciados de una manera abundante. En nuestro mundo presuntuoso estamos convencidos de disponer de respuestas técnicas y eficaces para cada problema, y por eso resulta más arduo saber apreciar los gestos gratuitos.
¿Estoy dispuesto a poner en juego mis «cinco panes y mis dos peces» en la lucha contra las realidades macroscópicas que, a pesar de tanto progreso, mantiene la gente que sufre bajo el umbral de la supervivencia física y de otros tipos -incluso (¿sobre todo?) en el mundo «rico»-, que jadea por falta de valores, de sentido, de una calidad de vida humana? ¿Tengo el valor necesario para perder mis panes y mis peces y entregárselos al Señor, para que puedan vivir muchos?
Se tratará de un gesto imposible mientras piense que tengo derecho a mantenerme bien atado a lo que poseo. Sólo conseguiré compartir si cambio de mentalidad y, por consiguiente, de mirada: si no veo en el otro a un rival, sino a un hijo como yo del único Padre; si comprendo que, juntos, formamos parte de un único cuerpo. Entonces comprenderé que lo que tengo -más aún, lo que soy- no me ha sido dado para que sólo yo lo goce, sino que me ha sido confiado para que muchos otros puedan participar. Alguien ha dicho que sólo poseemos verdaderamente lo que damos. El milagro de la «multiplicación de los panes» puede proseguir, si yo lo permito...






Jesús, con tus signos quieres hacerme conocer tu identidad de Hijo de Dios e introducirme en el misterio de tu persona y de tu misión.
Perdona mi pragmatismo, que se detiene en el interés inmediato, en la superficie de la realidad. No sé darte lo poco que poseo, pero, después, cuando con ese poco obras grandes cosas, me quedo arraigado en ello y no voy más al fondo, allí donde tú me quieres llevar. Un Dios que resuelve los problemas contingentes de la vida me va bien, pero un Dios que me propone ser siempre don total y gratuito para los otros me escandaliza. Tú me repites, Jesús, que, sin embargo, es precisamente ésa mi vocación de hijo del Padre. Te pido, Señor, una vez más, aprender a amar en tu escuela.






Para nosotros, el pan es el Verbo de Dios. Después de su resurrección ha saciado de pan a los creyentes, porque nos ha dado los libros de la Ley y de los profetas, antes ignorados y desconocidos, y ha concedido estos instrumentos a la Iglesia para nuestra enseñanza, para ser él mismo pan en el Evangelio.
El gusto, una vez que haya probado la bondad del Verbo de Dios, su carne y el pan que baja del cielo, no tolerará después probar otra cosa; cualquier otro sabor le parecerá al alma áspero y amargo, y por eso se alimentará sólo de él, puesto que encontrará todas las dulzuras que pueda desear en aquel que se hace apto e idóneo para todo (Orígenes, Omelie sull'Esodo, Roma 1991, p. 143 [edición española: Homilías sobre el Éxodo, Editorial Ciudad Nueva, Madrid 1992]; id., Commento al Cántico dei cantici, Roma 1997, pp. 93ss [edición española: Comentario al Cantar de los cantares, Editorial Ciudad Nueva, Madrid 1994]).


Lecturas del día:
http://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/?f=2015-07-26

Vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=l97MNohyZfc



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