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jueves, 20 de octubre de 2011

INUNDACIONES Y EL ROSTRO HUMANO DE DIOS


Amanece este martes: ni palabras tengo para comentar la situación concreta de nuestra gente. Menos de todo El Salvador y Guatemala. Como somos paisistos pequeños y periféricos y empobrecidos, sin lobbys económicos ni políticos internacionales, como otros países africanos olvidados, ni se nos menciona. No importa. Nadie hubiera dicho en su día que, de un lugar pequeño del imperio romano, nacería una luz que iluminaría a muchos.
El buen Dios de Jesús ha plantado su tienda, ha construido su vivienda entre los más pobres. Al ver la carita de las ancianas albergadas en la escuela de San Marcos Lempa o Jiquilisco, con arrugas, con una sonrisa triste, con ojos brillantes que miran de frente, con una ropita desgastada por el uso, y unas sandalias de plástico en sus pies vi el rostro del buen Dios de Jesús ayer en nuestro querido El Salvador
Al contemplar los ojos enrojecidos, con unas lágrimas contenidas saltando apenas de ellos, mujeres jóvenes, fuertes, luchadoras, probadas en las mil batallas de la vida diaria, familiar y colectiva, con hijos tiernos a su lado que me abrazaban con inmenso cariño… vi el rostro del buen Diosito lindo ayer en El Salvador.
Al ver a los jóvenes rescatistas voluntarios de sin horas extras de trabajo intenso porque la noche se les junta con el día en sus labores en las aguas enlodecidas y enloquecidas podríamos decir de nuestra tierra bajolempeña, vi el rostro fuerte y tierno del buen Jesús de Nazaret. Y a Alirio, a Marvin, a Nelson, al otro Nelson, a Mario, a Gilberto, a Joche, a Alberto, a Alfredo, a Nohé... rostros jóvenes, rostros decididos, rostros cansados por días y noches sin dormir y sin dejar de trabajar para que la catástrofe disminuya sus efectos y fuera menor en consecuencias desastrosas para sus hermanos y hermanas humanas, vi el rostro decidido y humano de Jesús llorando por su amigo fallecido al que dio nueva vida.
Al ver un poco al paso, la verdad, la figura de nuestros hermanos policías protectores junto a los albergues y en las calles de la zona inundada, y a los uniformes del ejército con seres humanos en su interior, sacando personas enfermas, ancianas, ayudando a las mamás, ayudando a los líderes comunitarios en tareas de rescate, vi el rostro humano de Dios que nos enseñó el buen Jesús.
Cuando la doctora Luna se movía con un grupo de personal de salud hasta La Tirana y Montecristo y las comunidades más distantes, con riesgo de que las descargas de agua de la presa les dejaran aislados a su regreso, o la doctora Brizuela lavaba los pies enllagados de don Abraham recién salido de dos días en medio de las aguas, o cuando veía a otros jóvenes doctores con sus batas blancas y sus estetoscopios en medio de las gentes albergadas o en una aula acondicionada para ello, y a otro personal de salud con sus uniformes oscuros o blancos, veía a Jesús curando enfermos por los caminos de Galilea diciendo: Ten fe, yo estoy a tu lado.
A quienes no he visto, pero sé que estaban ahí como ángeles protectores enviados por el buen Dios, fue a los manejadores de las dos lanchas que trabajaron sin cesar ayer lunes 17 de octubre de 2011, sacando a la gente por aguas turbulentas y caminos desconocidos, hasta lugares asequibles para el rescate por tierra.
A todas y todos ustedes, muy queridos y admirados hermanos y hermanas, mi gratitud personal por haberme acercado mucho más al rostro humano del buen Dios de Jesús de Nazaret y a la esperanza de que los humanos somos humanos y vamos camino de serlo un poco más en medio de tanta desgracia por la avaricia desmedida a algunos y la irresponsabilidad egoísta de otros más. 

De  Eclesalia.net

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