«Éste es mi Hijo amado, mi predilecto, en el que me
complazco» (Mt 3,17)
Bautismo del Señor. Dionsio del monte Athos. 1547. |
¿Cuál es la diferencia entre el bautismo de Jesús y nuestro
bautismo? El bautismo recibido por Jesús en el Jordán es un rito de penitencia
para la remisión de los pecados y, en cuanto tal, Jesús no tenía propiamente
necesidad de él. La manifestación del Padre con la bajada del Espíritu Santo,
durante la cual es proclamado «Hijo predilecto» (cf. Mt 3,27) y es
investido de la misión profética, real y sacerdotal, es la que lo lleva a tomar
sobre sí nuestros pecados y los del mundo entero. Es el inicio del bautismo de
la Iglesia, del nuevo pueblo de Dios que, con Jesús, sale del agua, sale de la
esclavitud del pecado para entrar en la libertad de la vida del Espíritu.
Por su parte el bautismo que nosotros hemos recibido de
niños en el nombre de Cristo es la revelación en nosotros del amor de la
Trinidad, es el éxodo del pecado a la nueva vida divina, es entrar a formar
parte de la comunidad de la Iglesia, cuerpo de Cristo, y así convertirnos en
hijos de Dios a todos los efectos.
Todo bautizado es el hijo esperado sobre el que se posa el
Espíritu del Señor. Y así nosotros creyentes somos llamados, como la primera
comunidad cristiana, a dar testimonio del camino recorrido por Jesús, que es el
único que salva al hombre y lo conduce a la comunión con Dios. Se trata de
vivir un nuevo estilo de vida, que es identificación con una vida en Cristo y
en el Espíritu, a la que se accede en la fe, que se experimenta en el amor y
llena de esperanza, se hace visible en la cotidianidad de la vida eclesial. Por
tanto, una vida de auténtica conversión a Dios y a los hermanos, que nos lleva
a vivir una existencia guiada por el Espíritu Santo.
Señor y Padre nuestro, te damos gracias por el bautismo de
Jesús, que nos ha manifestado la plenitud del Espíritu sobre él. Es durante la
teofanía que tuvo lugar en el bautismo donde fue reconocido como Mesías. Según
una tradición rabínica, el Mesías debía permanecer desconocido hasta que lo revelase
un hecho extraordinario operado por ti (cf. Mt 24,23-27). Este hecho
extraordinario ha sido la obra del bautista. Así él ha podido manifestar que
Jesús es aquel que posee el Espíritu y puede hacer este don, prometido para la
era mesiánica, a todos los hombres.
Espíritu Santo, te damos gracias porque has consagrado a
Jesús profeta y Mesías y te has manifestado en él con plenitud, para que él
pudiera derramar tus dones sobre nosotros. Te pedimos nos hagas redescubrir el
significado de nuestro bautismo como don tuyo y del amor del Padre, para
responder con coherencia de vida a los compromisos que hemos asumido el día de
nuestro renacer como hijos de Dios. Haznos capaces de ser auténticos
testimonios tuyos, sin manipulaciones y sin compromisos de ningún género, para
anunciar en nuestro mundo la liberación, la justicia y la salvación que tú nos
has dado a manos llenas. Haz que tu Iglesia sea en el mundo signo de tu
presencia, y forme una verdadera familia de hermanos, unidos en la fe y la
caridad evangélicas, con una vida dedicada a tu servicio y al de los más pobres
y necesitados.
Vuelve mi Jesús y vuelve el misterio, un misterio sublime y
divino. En los días pasados hemos celebrado, como convenía, el nacimiento de
Cristo; lo hemos glorificado junto con los ángeles: lo hemos tenido en nuestros
brazos con Simeón y lo hemos confesado con Ana.
Ahora, sin embargo, hay otra acción de Cristo y otro
misterio: Cristo es iluminado, Cristo es bautizado. Meditemos un poco sobre las
distintas formas de bautismo. Bautiza Juan con el propósito de suscitar la
penitencia; bautiza también Jesús y Él, sí, bautiza en el Espíritu. Éste es el
bautismo perfecto. Conozco también otro bautismo, el del testimonio de sangre,
que fue impartido también a Cristo mismo y es un bautismo mucho más venerable
que los otros, porque después no será ensuciado por otras manchas. Conozco aún
otro que es el de las lágrimas: pero éste es un bautismo más arduo: es el del
enfermo, es el bautismo del que pronuncia las palabras del publicano en el
templo (...). Al hombre ha sido dada toda palabra y para él se ha instituido
todo misterio, a fin de que vosotros lleguéis a ser como lámparas en el mundo,
potencia vivificadora para los demás hombres (Gregorio Nacianceno, Homilías
sobre la natividad).
Vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=FGgc5HcWcr8
Lecturas de la fiesta:
http://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/?f=2015-01-11
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