"Tú
eres, Señor, el guía de tu pueblo" (cf. Jr 23,3)
Lecturas del día:
http://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/?f=2015-07-19
Vídeo:
http://www.quierover.org/portal/watch.php?vid=dcbeb9b09
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Buen Pastor. Catacumbas de San Calixto. Roma. |
En nuestro tiempo rechazamos, como si de una esclavitud se
tratara, la adhesión a la Verdad revelada, pero estamos dispuestos a hacernos
servidores del «mito» de turno. Sentimos como algo opresivo la obediencia a la
autoridad, pero nos hacemos servilmente súbditos del líder de moda. Invocamos
la libertad individual y a continuación, paradójicamente, no conseguimos vivir
sin formar parte de un rebaño. ¿Qué es lo que persiguen estos líderes en
realidad? ¿A favor de quién juega su situación de preeminencia?
Es preciso que nos lo preguntemos para no acabar
dispersados, desbandados, explotados, instrumentalizados, sometidos al deseo
personal de poder de alguien.
Hoy como ayer, el verdadero ejercicio del poder es servicio,
y quien lo posee es guía auténtico para los otros, en la medida en que está
dispuesto a dar la vida por ellos, a «padecer-con» ellos.
Hoy te pido, Señor, por los poderosos de este mundo, por los
hombres de gobierno, por todos los que con títulos distintos tienen la
responsabilidad de guiar a otras personas. Ayúdales a vivir su tarea como
servicio a los demás: que no les engañen con discursos demagógicos, que no les
decepcionen con promesas imposibles de cumplir, que no les exploten haciéndoles
creer que obran por el bien de todos.
Concédeles tu Espíritu para que aprendan de ti el respeto,
la atención, la participación en las verdaderas necesidades de la gente.
Ayuda también a los que no están comprometidos a plena
jornada en una tarea directa, política o social, a no quedarse tranquilos, a no
asumir actitudes de delegación pasiva, sino a brindar su propia contribución
competente y solidaria.
Yo soy el buen Pastor. Es evidente que el oficio de pastor
compete a Cristo, pues, de la misma manera que el rebaño es guiado y alimentado
por el pastor, así Cristo alimenta a los fieles espiritualmente y también con
su cuerpo y su sangre. Andabais descarriados como ovejas -dice el apóstol-,
pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas. Pero ya que
Cristo, por una parte, afirma que el pastor entra por la puerta, ya que en otro
lugar dice que él es la puerta y aquí añade que él es el pastor, debe
concluirse de todo ello que Cristo entra por sí mismo. Y es cierto que Cristo
entra por sí mismo, pues él se manifiesta a sí mismo y por sí mismo conoce al
Padre.
Nosotros, en cambio, entramos por él, pues es por él que
alcanzamos la felicidad. Pero fíjate bien: nadie que no sea él es puerta,
porque nadie sino él es luz verdadera, a no ser por participación: No era él -
e s decir, Juan Bautista- la luz, sino testigo de la luz. De Cristo, en cambio,
se dice: Era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Por ello, de
nadie puede decirse que sea puerta; esta cualidad Cristo se la reservó para sí;
el oficio, en cambio, de pastor lo dio también a otros y quiso que lo tuvieran
sus miembros: por ello, Pedro fue pastor, y pastores fueron también los otros
apóstoles, y son pastores todos los buenos obispos. Os daré -dice la Escritura-
pastores a mi gusto. Pero aunque los prelados de la Iglesia, que también son
hijos, sean todos llamados pastores, sin embargo, el Señor dice en singular: Yo
soy el buen Pastor. Con ello quiere estimularlos a la caridad, insinuándoles
que nadie puede ser buen pastor si no llega a ser una sola cosa con Cristo por
la caridad y se convierte en miembro del verdadero pastor.
El deber del buen pastor es la caridad; por eso dice: El
buen pastor da la vida por las ovejas. Conviene, pues, distinguir entre el buen
pastor y el mal pastor: el buen pastor es aquel que busca el bien de sus
ovejas; en cambio, el mal pastor es el que persigue su propio bien. A los
pastores que apacientan rebaños de ovejas no se les exige exponer su propia
vida a la muerte por el bien de su rebaño, pero, en cambio, el pastor
espiritual sí que debe renunciar a su vida corporal ante el peligro de sus
ovejas, porque la salvación espiritual del rebaño es de más precio que la vida
corporal del pastor. Es esto precisamente lo que afirma el Señor: El buen
pastor da la vida - la vida del cuerpo- por las ovejas, es decir, por las que
son suyas por razón de su autoridad y de su amor. Ambas cosas se requieren: que
las ovejas le pertenezcan y que las ame, pues lo primero sin lo segundo no
sería suficiente.
De este proceder Cristo nos dio ejemplo: Si Cristo dio su
vida por nosotros, también nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos
(Tomás de Aquino, Comentario sobre el evangelio de san Juan, 10).
Lecturas del día:
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