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martes, 23 de agosto de 2011

TESTIMONIO DE VOLUNTARIOS 2


Los días previos a la celebración de la JMJ en Madrid, fueron los días en las diócesis. Días, intensos, vividos, compartidos, sorprendentes, reveladores...

Estas jornadas me han dejado marcado por dos sentimientos; el primero de ellos es descubrir el amor por gente que no conoces de nada y con los que seguramente, en un principio, compartas muy poco en el día a día de nuestras diferentes vidas. Sin embargo, en el momento en que te acercabas a alguno de los peregrinos te dabas cuenta que había algo que nos unía, que hacía borrar todas las diferencias entre nosotros; El amor a Cristo.

¿En qué lo notaba? En las sonrisas, en las miradas de complicidad, en la atención y paciencia cuando no te entendías con ellos al hablar diferentes idiomas, en la confianza que te mostraban cuando te contaban cosas muy personales de su vida...

Saber que hay muchos jóvenes en el mundo que comparten tus inquietudes en la vida te reconforta, te das cuenta de la importancia de seguir las palabras del Beato Juan Pablo II, cuando decía: “¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Cristo!”. Porque en la actual situación histórica que vivimos los jóvenes, muchas veces nos sentimos sin fuerzas al vernos excluidos, ridiculizados... por la sociedad y sobretodo por el resto de los jóvenes.

El segundo sentimiento que me surge de estos días, es de alegría-esperanza, por descubrir a mucha gente que trabaja en nuestra parroquia, intentando hacer presentes las palabras del Hermano Roger cuando decía: “Lo que tú puedes hacer es una gota en el océano, pero eso es lo que da sentido a tu vida”, el sentido de compartir el amor de Jesús con nuestros hermanos.

Gracias, a todos los que habéis compartido conmigo estos días por hacerlos importantes.

Víctor 

1 comentario:

  1. Y gracias a ti, Víctor, por tu entrega como voluntario durante esos días, por tu experiencia y por compartir con todos nosotros lo que has vivido y sentido. Lo que nos dices me aporta esperanza en el futuro, pues veo que hay muchos jóvenes que, como tú, cultiváis la fe como don y tarea y esto es lo que como Iglesia necesitamos: jóvenes que aporten alegría, frescura, entusiasmo y esperanza.

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